fábulas en alta voz
Deuda plástica
Es escandaloso lo que está sucediendo con las tarjetas de crédito de muchos dominicanos. He escuchado a más de uno decir que tienen la “soga al cuello” de lo mucho que deben. Tanto es así, que gente que nunca se había endeudado ha tenido que recurrir a este recurso bancario para poder cubrir sus gastos elementales, aunque claro, hay quienes les deben a “las siete vírgenes” porque con este producto compran boletas para los conciertos, se van de viaje, y satisfacen sus vanidades pero, independientemente de en qué lo gasten, la deuda plástica de un gran grupo de la población es exorbitante.
Tocando fondo
En República Dominicana cada día hay más personas que han tenido que recurrir a su tarjeta para comprar comida, pagar colegio y cubrir gastos para los que no les alcanza lo que ganan porque la inflación se ha “chupado” hasta el más mínimo peso, y lo peor es que, los aumentos salariales sólo benefician a los que ganan sueldos mínimo. Los demás, que por lo regular son los que tienen tarjeta, han tenido que hacer de “tripa corazón” para poder saldar compromisos, aunque la deuda plástica los está llevando a tocar fondo.
Importancia de un presupuesto
Viendo estas necesidades y por supuesto, también observando el nivel de consumismo de la población, quise ir a una ciudad fabulosa a ver cómo es el comportamiento de sus habitantes con respecto a los gastos y a las compras que hacen. Para mi sorpresa, allí se estila hacer un presupuesto de los ingresos. Los egresos se ajustan al dinero que se percibe, nunca deben estar por encima de lo que entra al bolsillo. Esa es la parte que le corresponde a la población. A las autoridades gubernamentales y al empresariado les corresponde tomar en cuenta si hay inflación para, en base a ella reajustar los salarios de los empleados públicos y privados y, de esta forma evitar que se altere su presupuesto. Las medidas siempre apuntas a prevenir endeudamiento.
Una espantosa realidad
En aquella ciudad fabulosa, las tarjetas de crédito tienen como función facilitar a los usuarios de ese tipo de producto, andar con dinero plástico, no en efectivo. Pero no es por temor a atracos ni robos, sino para mayor comodidad. Allí las entidades bancarias no investigan tanto para dar una tarjeta a un ciudadano. Tener un crédito limpio es una característica de todos los que viven en esta ciudad. Tan distinto a nuestra realidad donde cada día llama más la atención la abrumadora deuda plástica que envuelve a una gran parte de la población y, que sin temor a equivocarme, continuará creciendo si Dios no mete su mano.