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A propósito de restauración

Hoy la palabra clave es Restauración, por conmemorarse la fecha del Grito de Capotillo, dado en el año 1863, que en palabras llanas fue cuando un grupo de revolucionarios izó la bandera dominicana e inició su lucha para recuperar la independencia nacional. Pero este 16 de agosto, yo también quiero hablar de este término, eso sí, no del hito histótico, sino de la restauración que necesitan los corazones de la población de San Cristóbal, y de personas que se compadecen ante esta tragedia que llenó de humo todo el pueblo y de lágrimas y dolor a las familias de las víctimas del siniestro.

Sanación fabulosa

Hoy, con gran pesar quiero llevar a esa gente a una ciudad fabulosa donde no hay peligro de sufrir este tipo de infortunio porque todo se hace por la regla. No hay fábricas cerca de residencias o de negocios nobles que pongan en peligro la vida de los moradores. Si alguna ha sido construida en las afueras de la ciudad, no se permite que nadie construya viviendas cerca para evitar los riesgos, pero tampoco se permite que, cerca de residencias, se instale un negocio de plástico, pintura y de otras índoles que puedan representar algún riesgo para los habitantes.

La prevención es la clave

En esta ciudad fabulosa se apuesta siempre a la prevención. Saben que siempre será mejor evitar que solucionar, sobre todo, si se trata de la vida. Las estructuras físicas deben cumplir con una serie de requesitos que no entorpezcan para nada la integridad de las personas. El seguimiento constante es clave para evitar que el deterioro por descuido o por antigüedad amenace a los residentes. Este tema no perturba la paz social porque hay unas autoridades atentas a lo que pueda dañar, y lo impiden. Para no restaurar corazones dolidos, tratan de restaurar edificaciones, fábricas, viviendas y todo lo que represente peligro para la gente.

De regreso hay pena y dolor

Después de llevar a tantas personas tristes a un lugar fabuloso donde no hay lágrimas ni dolor, hubo que regresar a una dolorosa realidad que nos da de golpe y nos llama a contribuir con estas familias para ver cómo se les puede restaurar su corazón, su vida, sus casas, su entorno... Porque de verdad, esto no sólo es para que los políticos vayan a decir presente, es para que todos pongamos nuestro granito de arena y, que al menos llevemos algo de aliento en estos momentos difíciles. La pena y el dolor que embarga a San Cristóbal es para que las autoridades competentes reflexionen y accionen respecto a los controles y la seguridad que deben tener los negocios nocivos y peligrosos. Ya no más explosiones, ya no más luto, ya no más corazones rotos... Esta experiencia debe servir para aplicar una política más contundente con respecto a estos casos y para que de una vez por todas, quede restaurada la seguridad de los dominicanos.