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fábulas en alta voz

Ahora hablamos de nietos

La verdad que nunca imaginé que, con mis hermanas, cuñadas, primas, amigas, compañeras de trabajo con las que antes echaba largos párrafos sobre los hijos, ahora estaría hablando sobre los nietos. Es una sensación tan fabulosa que quise dar un paseo con ellas para disfrutar a plenitud de esta etapa maravillosa que nos tiene presas de amor y ternura. Algunas están a la espera de convertirse en abuelas, pero la emoción ya es un hecho y no hubo forma de dejarlas fuera de este viaje.

Un grupo privilegiado

Listas para arrancar a una ciudad fabulosa que nos permita disfrutar sin tropiezos de esas personitas con la que Dios nos ha bendecido, nos fuimos Milagros, Charo, Moni, Yaqui, Lenny, Patricia, Celeste, Maritza, Ive, Elsy, Laly, Santa, Miguelina, entre otras, con un equipaje repleto de curiosidades para conocer cómo es ser abuela en una ciudad fabulosa donde se dispone de mucho tiempo para dedicárselo, donde sólo hay risas en el rostro de los niños, donde ellas pueden hacer su papel, asumiendo el compromiso de amar sin freno a esas creaturas que llegan para hacer florecer el jardín de la felicidad.

No es entrar en edad, es tener felicidad

Lejos de lo que la gente piensa, de que ser abuela es ser vieja, en esa ciudad fabulosa descubrimos que ese rol no tiene nada que ver con años, sino con plenitud. Quienes se enteran de que ya tienes nieto o nieta, se alegran porque aprecian y valoran el privilegio divino que ha tenido el Señor con permitirte vivir esta etapa tan maravillosa. Nadie hace comentarios desacertados de: “Bueno, ya te cayeron los años”, “¡abueeeeela, ay, Dios mío!”, “ni digas eso”… Tampoco existen allí las que se niegan a que le llamen abuela para evitar estos tipos de comentarios. Nadie obliga a esos niños a decirles tías o hermanas, jamás. Es una honra y un orgullo escuchar a esos pequeños decirte abuela.

Ya casi al regreso

Tan bonito se siente vivir esta etapa sin etiquetas que, ninguna quería regresar a una realidad donde hay quienes ven esta nueva misión como un pecado. Eso sí, no hubo objeción cuando se dijo que había que volver, y la razón es más que poderosa. Aquí nos esperaban esas caritas de ternura, esos abrazos sin comparación o esas sonrisas sin malicias, mientras que a otras, le esperaban las ganas porque lleguen esas fechas en las que el nacimiento de los hijos de sus hijos transformará su vida para siempre.