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PSICOLOGÍA

¿Quién es responsable de tu alegría?

Ceder a los demás el compromiso de proveernos bienestar y paz es una conducta desacertada.

Nuestra felicidad es nuestra elección.

Nuestra felicidad es nuestra elección.Getty Images/iStockphoto

La mayoría de las ansiedades y dificultades en las relaciones suceden por la interpretación que le damos a las reacciones de los demás, las intenciones que tienen y la forma en que se conducen ante las circunstancias. Todos emitimos conductas que, con o sin intención, pueden herir.

En la antigüedad se solía tomar en cuenta el cómo se va a sentir el otro si hacemos tal o cual cosa. Eso llamamos empatía. Dejábamos de ser auténticos para no lastimar especialmente a los susceptibles.

Sería ideal que actuáramos con espontaneidad sin dejar de manejarnos con delicadeza. La consigna de yo bien-tú bien, o ganar-ganar, cristianamente sería cumplir con el mandamiento de “amar al prójimo como a ti mismo”.

Afortunadamente, somos más conscientes de que no podremos controlar los pensamientos o los juicios que hagan de nuestra persona, que usualmente se encuentran determinados por los propios criterios del emisor, como son fijadas nuestras interpretaciones de los demás por nuestros códigos.

Esas acciones y reacciones (estímulos y respuestas) que tenemos cada uno, o sea, cada yo mismo, son tomadas por la otra persona de acuerdo con su personalidad, los humores del momento y a las circunstancias en que nos encontramos. De manera que, si tuvimos un día bueno o malo, un sueño reparador o nos desvelamos, si la temperatura nos agobió, hay tantas variables en cada ser que resulta desgastante dedicarnos a interpretar las acciones de la otra persona a quien le dispensamos la atención y, más aún, permitir que nos afecte.

Insistimos en que ceder a los demás la responsabilidad de proveernos bienestar, paz y alegría es una conducta desacertada, por el amor o la alegría que sentimos cuando estamos con el otro, nuestra felicidad es nuestra elección. Ser capaz de ser feliz, de vivir en soledad, nos prepara para compartir sin dependencia. Disfrutar en gratitud del camino cada día.

Existen hormonas de la felicidad, que ayudan a equilibrar el cortisol que nos produce el estrés:

La endorfina tiende a controlar o eliminar el dolor emocional y físico a la hora de afrontar dificultades, podemos estimularla con la risa, el ejercicio, los masajes, las caricias, la relajación y escuchar música.

La serotonina se encuentra en las plaquetas de la sangre, cuando está en rango, aumenta la autoestima, el sentimiento de bienestar. La genera el triptófano, que se encuentra en algunos alimentos. La tristeza, la ansiedad, las depresiones y la ira podrían ser causadas por deficiencia de este aminoácido que se encuentra en los huevos, lácteos, cereales y algunas leguminosas, chocolates y frutos secos.

La dopamina: estimulada por la recompensa, motiva a realizar tareas que provean un resultado. El yogurt, el chocolate, las actividades físicas y la música estimulan la dopamina. Deficiencia de ella provoca problemas de atención, depresión, dispersión. Altos niveles de esta hormona se asocian con otros trastornos.

La oxitocina es la hormona del amor, la seguridad, provista por la sensación de pertenencia. Los abrazos, los amigos, los vínculos emocionales aumentan la confianza y proveen la sensación de bienestar. El amor es sanador.

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