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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Al parecer ya los robos en las casas no son delito

Marta Quéliz

Marta Quéliz

Una muy amarga experiencia vivieron mi hijo, su esposa y su bebé. Dos ladrones entraron a su casa, a las 4:00 de la mañana del pasado domingo y, pese a que los delincuentes dejaron sus calzados y una gorra como cuerpo de delito, así como un gran desastre de todo lo que rompieron, hubo que botar todas las evidencias, pues cuando horas más tarde y a los ruegos llegó la Policía, esta solo se limitó a decir: “Bueno, si son haitianos no se puede hacer nada. No tenemos registros de ellos”. ¿Y eso es así?, ¿y qué hacemos con sus chancletas y la gorra? Fueron dos de las tantas interrogantes que despertó este acto irresponsable. La impotencia aumentó cuando sin más ni más hubo que echar al zafacón ‘los rastros’ de que su vivienda había sido vulnerada.

Las emociones no cuentan

Antes de la frustración causada por la inoperancia policial, ya el 9-1-1 había hecho mella a las emociones. Nos dimos cuenta de que el “en qué podemos ayudarle” es selectivo. Desde que se le explicó la situación, aun diciéndole a la operadora que uno de los ladrones había golpeado a mi hijo, esta solo se limitó a decir: “Si no está herido no podemos ayudarle. Deben llamar ustedes a la Policía”. Ofreció un número telefónico sin inmutarse y dejando claro que ella no iba a transferir la llamada. Se perdió la cuenta de cuántas veces se marcó al “cuerpo del orden”, hasta que alguien respondió y mandó una “patrulla” compuesta por dos agentes. Solo uno entró a ver los daños y a dar las instrucciones de qué hacer con las evidencias, que como ya les dije, era botarlas. Los videos solo fueron para ver si por si acaso se los encontraban por las calles.

Crece la frustración

El policía dijo que lo que restaba era ir a Plan Piloto a las 8:00 de la mañana a poner la querella para que la esposa de mi hijo pudiera sacar todos sus documentos. Pasadas las 9:00 no llegaba nadie para atender a la cantidad de personas en búsqueda de ayuda. Los superiores no sabían siquiera a quién le tocaba trabajar. Tuvieron que irse al destacamento policial que hay en el Mirador Sur. Finalmente, y después de mucho tiempo, le dieron el papel que certifica que fueron afectados por un robo.

Un crimen normalizado

Las consecuencias de ese hecho, que los ha dejado totalmente afectados, están resumidas en el dichoso papel de la denuncia. El enfrentamiento de mi hijo con uno de los dos ladrones no cuenta, la exposición de su bebé a los escándalos que surgieron a esa hora, tampoco, y lo que le robaron, mucho menos porque sencillamente en esta cruda realidad se ha normalizado el crimen. ¡Cuánto anhelo llevar a mi hijo y a su familia a una ciudad fabulosa para que se deshagan del trauma dejado por dos individuos que de seguro siguen por ahí campante y sonante!

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