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REALIDAD Y FANTASÍA

El amor, eterno protagonista

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María Cristina de CaríasSanto Domingo, RD

Sobre el tema del amor se ha fantaseado y derramado tinta a raudales. Sin este ingrediente vital no habría telenovelas y las películas tampoco se salvarían, puesto que hay en realidad muy, pero muy pocas que no tengan alguna escena de amor.

El ser humano necesita del amor tanto como del aire que respira. Puede pasarse la vida sin muchas otras necesidades, pero anímicamente tiene que sentir, ver y respirar amor.

La literatura está repleta de temas de amor, los hay para adolescentes, almibarados y sentimentaloides. También los hay para amas de casa aburridas. Una de las escritoras más exitosas del género es Corín Tellado, quien desarrolló el tema en una serie de cuentos cortos que aparecen en las llamadas revistas del corazón.

Pero también los grandes escritores se han ocupado del tema. Me atrevo a decir que son muy pocos los novelistas que no han tratado el amor de una u otra forma en sus grandes obras, empezando por Homero, quien cuenta en su poema épico “La Ilíada” la guerra de Troya desatada por Helena y su enamorado Paris. Gabriel García Márquez trató el tema en su novela El amor en los tiempos del cólera, uno de los tratados de amor más exquisitos de la literatura universal.

En la vida real, el mundo suspiró, se deleitó y lloró con aquel episodio protagonizado por el rey Eduardo de Inglaterra y su amor, la plebeya Wallis Simpson, para remate ¡norteamericana y divorciada! Este accidentado romance, como en las novelas, triunfó sobre todas las adversidades y los amantes terminaron juntos, aunque de paso se llevaron de encuentro el trono de Inglaterra, que fue a parar a manos del hermano menor del rey.

Los amores reales siempre llaman la atención en este mundo democrático, socialista y proletario. Las fibras sensibles de la mayoría continúan suspirando por príncipes y princesas. Sus amores siguen acaparando los titulares de los medios. Ahora se repite la historia con Harry y Megan Markle, norteamericana, divorciada, actriz de tercera, plebeya y además mulata. El trono inglés no se tambalea sencillamente porque Harry ocupa un lejano quinto puesto en la línea de sucesión y, además, sospecho que la reina Isabel se cansó de tanto ajetreo pasional; la conducta amorosa de sus hijos la debe haber dejado exhausta.

Hay amores trágicos, como aquellos de Rodolfo de Habsburgo, heredero al trono del imperio Austro-Húngaro, quien se suicidó junto con su amante Maria Vetsera, en Mayerling.

¿Y qué de los amores prohibidos? Aquellos en que uno de los dos es casado y atraviesan por toda suerte de inconvenientes y aventuras. La literatura está repleta de este género.

Los amores furtivos han conducido a más de un destacado político al dramático final de su carrera. De esto se han salvado unos cuantos, talvez porque su carisma fue más fuerte que su falta, como le ocurrió a Bill Clinton. Otros, sin embargo, no lograron superar el escándalo, como fue el caso del candidato demócrata John Edwards.

El amor todo lo puede, es eterno, entretenido, romántico y sensual. Nunca pasa de moda, es el objeto de sueños, suspiros y sonrisas, es, en fin, el pan del espíritu para una civilización hastiada de materialismo.

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