EDUCACIÓN SUPERIOR
Universidad Católica Santo Domingo gradúa 819 nuevos profesionales en grado y posgrado
La Universidad Católica Santo Domingo graduó a 819 nuevos profesionales, 300 pertenecientes a grado y 519 a posgrado, en su Octogésima Sexta Graduación Ordinaria.
Los actos y ceremonias de graduación se realizaron de manera presencial en el auditorio de la Casa San Pablo, bajo medidas y protocolos de seguridad debido a la pandemia del COVID-19, y se transmitieron a través de los medios radiales, televisivos y plataformas digitales católicas.
Las distintas ceremonias de graduación estuvieron presididas por monseñor Benito Ángeles, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Santo Domingo y rector de la Universidad Católica Santo Domingo (UCSD), vicerrectores, decanos, directores, entre otras personalidades.
En el primer grupo, recibieron sus títulos 317 nuevos especialistas en Maestría en Planificación y Gestión de la Educación. La invocación al Altísimo estuvo a cargo del reverendo padre Ángel Miguel Amarante, vicario episcopal de Pastoral de la Arquidiócesis de Santo Domingo.
El discurso central estuvo a cargo del reverendo padre Tomas Vladimir Pérez Candelario, quien exhortó a los recién graduados a poner en su práctica profesional el amor y la caridad como centro sobre todo.
“El amor de caridad en el quehacer profesional enraíza las acciones profesionales en la energía de la amistad con Dios, por la cual quedan constituidas como bienes amados. Por el amor de amistad sobrenatural, el ejercicio profesional deja de ser bueno en sí mismo relativamente, para pasar a ser bueno en sí mismo absolutamente", manifestó Pérez.
Asimismo, recordó que la ciencia moral mide la bondad de las acciones, y por tanto, la felicidad humana, por el grado máximo de bien realizable para lo cual se está facultado.
Mientras que en la tarde, en el segundo grupo obtuvieron sus títulos 202 graduandos de diferentes maestrías y especialidades. La invocación al Altísimo estuvo a cargo de su excelencia reverendísima monseñor Francisco Ozoria Acosta, arzobispo metropolitano de Santo Domingo, presidente de la Fundación Universitaria Católica y gran canciller de la universidad.
El reverendo padre Mario de la Cruz Campusano, en su alocución, dijo que la educación es la acción más significativa que se puede llevar a cabo en una persona para propiciar su crecimiento y desarrollo personal. Afirmó, además, que la familia es la institución primera y más importante de la sociedad, que permite el desarrollo integral de la persona y su preparación para integrarse en su entorno social.
“Mediante la educación, tanto la familia como los centros educativos forman a la personas en los verdaderos valores que han de vivir para tener un crecimiento integral que les capacite para trillar los senderos de la vida exitosa”, expresó Campusano.
Campusano hizo un llamado a los graduandos a no dejar perder los valores y virtudes recibidos a través de los padres, familiares y profesores: “Cuando se llega a esta etapa de la vida, existe el peligro de dejarse llevar por los antivalores y sucedáneos que nos presenta el mundo de hoy, que nos lleva a la distracción, a la desorganización y a la inestabilidad emocional y espiritual”.
Igualmente, recibieron sus títulos de grado 300 nuevos graduandos en diferentes áreas del saber. La invocación al Altísimo la hizo monseñor Faustino Burgos, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Santo Domingo.
La alocución estuvo a cargo de monseñor Cecilio Raúl Bersoza, obispo misionero, quien se refirió a dos reflexiones sugeridas por Dario Mollá Llácer donde habla de formación profesional “obligada a proporcionar las cartas náuticas de un mundo complejo y en perpetua agitación y al mismo tiempo la brújula para poder navegar en él... No basta ya con que cada individuo acumule al comienzo de su vida una reserva de conocimientos a la que podrá recurrir después sin límites. Para cumplir el conjunto de las misiones que le son propias, la educación debe estructurarse en cuatro aprendizajes fundamentales: aprender a conocer, es decir, adquirir los conocimientos de la comprensión; aprender a hacer, para poder influir sobre el propio entorno; aprender a vivir juntos, para participar y cooperar con los demás en todas las actividades humanas; por último, aprender a ser, un proceso fundamental que recoge elementos de los tres anteriores. Las cuatro vías del saber convergen entre sí: aprender a saber, aprender a ser, aprender a hacer, y aprender a convivir”.
Una motivación: “Ejercer una profesión se puede resumir en la metáfora del arte de la navegación. Consiste en convertir en oportunidad las amenazas; en hacer entrar el viento entre las velas y así vencer el mar; aprovechar las fuerzas que están en su contra. En el arte de navegar, el viento extraviado sale por donde puede, que es por donde el navegante quiere. Los navegantes no conocen los caminos trillados ni las rutas señalizadas, pero se mantienen a flote y llegan así a buen puerto. Y si sobreviven es porque no desfallecen ni se abandonan, porque tienen energía para emprender y la disposición para mantenerse en el empeño. Navegan incluso en el interior de horizontes opacos, cargados de nubarrones y miasmas. El arte de navegar supera el determinismo y la impotencia que preside un cierto clima cultural, y enseña a mantenerse en pie a costa del oleaje, engañar a las olas para avanzar hacia donde se quiere, plantar cara al aire encrespado”.