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Una enciclopedia de cine

El libro del famoso cineasta y escritor español José Luis Garci que ahora se reedita es un recorrido por obras y actores de etapas pretéritas, infravaloradas que se convirtieron en famosas por obra y gracia de la taquilla.

Portada del libro de José Luis Garci

Portada del libro de José Luis Garci

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EDUARDO TORES-DULCEMadrid, España Tomado de ABC

Alfred Hitchcok le de­finió lapidariamen­te el cine a Truffaut como el arte de crear emociones, y la mi­sión del cineasta es mantenerlas. Para Hitchcock no había más vi­da que pensar, escribir y dirigir pe­lículas. Todo lo sacrificaba a vivir en ese mundo. Truffaut escapó de una infancia desarraigada y una adolescencia turbulenta un voyou de Pigalle, merced a la pasión que le producía ver y comentar pelícu­las junto con la tutela benevolente y paternal de André Bazin.

Tuve la suerte, merced a la inter­mediación amistosa de Miguel Ru­bio, de conocer y tratar a François Truffaut, cuya calidez humana iba a pareja a cierta reserva inicial por esa idea suya de que una nue­va amistad le obligaba a descartar otra. Truffaut recordaba, vivía el cine, su curiosidad, sin géneros ni edades ni países, le hacía ir de Sa­cha Guitry a Hitch, de Cocteau a Rossellini, de Bergman a Lubitsch, sin más reglas que aquella emoción por las imágenes de las que le habló Sir Alfred.

Desde que conocí a José Luis Garci, siempre, y así lo he escri­to, lo he relacionado con el mo­delo Truffaut: pasión por el cine y por la literatura, apostolado por hablar y que se hable de pelícu­las, profunda herida autobiográ­fica en sus películas y escritos, ex­traordinaria generosidad sin tasa para disfrutar de la vida, recono­cer talentos y cultivar amistades. Posiblemente antes que después alguien se empeñe en que Gar­ci escriba su autobiografía; vano intento, porque cualquiera que rastree el humus de sus películas y lea sus libros tendrá una visión estrictamente Garci, esto es, emo­cional y evocadora de los pilares de su vida.

elículas malas e infravalo­rados, un título provocativo don­de los haya y marca de la casa, es en mi opinión uno de sus mejores libros, junto con Insert Coin, su volumen de relatos (Reino de Cor­delia) y Beber de cine (Nickleo­deon. Notorious Ediciones) su in­olvidable excursión por el mapa, muy personal, de cócteles y pelí­culas. Como casi todos los libros de Garci, es una milagrosa mezcla de autobiografía trufada de emo­cionales recuerdos de todo tipo y una estimulante panoplia de pe­lículas, actores, actrices… que a su juicio han sido subestimadas, pero en las que el escritor desen­traña las claves; a veces la fugaci­dad de un recuerdo o la compañía con la que vio la película, a ve­ces el director, un plano, una se­cuencia o un injusto castigo al gé­nero cinematográfico, como por ejemplo los peplums, a cuya rei­vindicación dedica un sentido ca­pítulo, La conquista de la Atlánti­da, dedicado ad honorem a Luis Alberto de Cuenca, otro conspi­cuo defensor del género, con ci­ta de Píndaro incluida, repleta de reflexiones, evocaciones y lis­ta de películas cuyos títulos retro­traerán a muchos lectores a tar­des de programas dobles y sueños de todo tipo. En esas páginas, en­tre otros, aparece Vittorio Cotta­favi, un nombre que ahora mismo a pocos dirá algo pero que, junto con recuerdos de encuentros con el cineasta, Garci esboza un re­trato inteligente y reivindicativo para con un cineasta muy perso­nal y creativo, como si se animan a mirar los fotogramas de La con­quista de la Atlántida, y sobre to­do Los cien caballeros, podrán comprobar la brújula emocional y elegante con la que navega nues­tro escritor.

Lo que provoca esta cascada de títulos y personajes es la imperio­sa necesidad de ver esas pelícu­las y conocer mejor a esos perso­najes dibujados por Garci, a veces de manera impresionista, a veces de manera anecdótica, pero siem­pre con un tirón de intriga cierta­mente irresistible. El libro, tras un prólogo de lo más sabroso, se abre con un capítulo dedicado a Páni­co infinito. Ya veo, incluso en mis lectores más cinéfilos, un rictus de inevitable extrañeza. “La vi el día que cumplía 19 años. El 20 de enero de 1963. En el cine Fanta­sio, recién estrenada”. De esta manera precisa, clara, directa al grano de los recuerdos, proustia­na como todo el libro, comienza esa recensión. Compartió esa pelí­cula con M: “era morena, delgada y simpática. Se parecía a Natalie Wood. Tenía ojos rápidos, verdo­sos, que casi se cerraban al reír­se, como en los dibujos animados: dos rayitas. Solía ponerse pañue­los en el cuello que olían a men­ta”. A M el cine no le iba mucho y prefería ir a tomar algo a la Bole­ra Stadium, en los bajos del cine Benlliure. Pero volviendo a Páni­co infinito, a Garci le interesa, al hilo de sus tardes con M, hablar de Ray Milland, un buen actor y un director al que Garci conoció durante un rodaje en Madrid, tan interesante como desconocido, con un western, que Garci desta­ca, Un hombre solo, sobrio, seco, muy antimaccarthy. ¡Ah!, por cier­to, al hilo de su Oscar, Garci reci­bió una postal desde Australia en la que M le decía tras enviarle un beso: “¿Sabes? Ya no soy guapa ni de noche ni de día”.

¿Conocen o recuerdan a Jan Sterling, la chica de Kirk en El gran carnaval, la que no se arro­dillaba en la iglesia por no estro­pear sus medias? ¿Saben qué fue de Suzy Parker, que arrasaba la vida de Gary Cooper en 10, Calle Frederick? O de Fortunio Bona­nova, un actor español que apa­rece en mil repartos de Hollywo­od y que cuando volvió a España nadie quiso contratarle. Más de uno de mis lectores coincidirá con Garci, y conmigo, que Cary Grant, que jamás ganó un Oscar y solo fue nominado en una oca­sión, es uno de los más grandes, como Edward G. Robinson, Joel McCrea, Margaret Sullavan, que volvía locos a los hombres y a es­trellas como Jim Stewart y Hank Fonda, o Myrna Loy, tan elegan­te como sensual. O pueden des­cubrir a Gordon, Gordy para los muy amigos, Douglas, un di­rector de primera, sobre todo en noirs y westerns como El de­tective o Chuka o una película con el menospreciado Alan Ladd dentro, Los insaciables, mutilada en su estreno español. La lista de hallazgos y reivindicaciones de este primer segmento del libro, titulado con sarcasmo «Bad Mo­vies», las dejo para el lector que se aventure en sus páginas.

El segmento segundo, titu­lado «Río sin retorno», viene precedido de un sabroso y ma­ravilloso aviso o warning para navegantes, y luego una suce­sión enciclopédica y delibera­damente desordenada de pe­lículas, directores, actores, actrices con el exigido pe­digrí de menospreciados/ as, olvidados/as o denigra­das. Desde ese genio que fue Harry D’Abbadie D’Arrast, bien apreciado por Chaplin y que trabajó en España, has­ta Amazonas negras, Harry Carey, Último tren a Katan­ga, que le fascina, Salto a la gloria, del maestro León Kli­mowsky, o el misterio que ha envuelto siempre por qué Wi lder permi t ió que ma­sacraran esa obra maestra que es La vida privada de Sherlock Holmes. A Cast of Thousand, como Anita Loos tituló uno de sus libros de memorias. Aventurarse por ese carrusel frenético y sin prejuicios que es este río sin retorno diseñado como al al­bur, pero con una estrella po­lar que es la pasión por el ci­ne, es un viaje fascinante y sin peajes ni prejuicios.

Y last but not least, el libro se cierra con una predilec­ción muy Garci, y que a algu­nos de sus amigos nos deses­pera cuando nos las encarga, por las injusticias y sacrificios sin fin que causan, y que son las listas. Disfrutarán y discre­parán con sus diez películas favoritas de sus directores fa­voritos y luego de una amplia miscelánea de objetos clasifi­catorios, Films d’auteur, Muy especiales, musicales, de boxeo, ciencia ficción, juicios, peplum, con mejor final y… en fin… algunas novias (for­males) que se echó y sus amo­res tardíos, que no desvelo porque soy muy respetuoso de la intimidad de mis amigos, así que lo cuenten ellos.

P.D. Quizás crean que aquí se acaba el libro. Craso error. Como muy bien saben sus edi­tores, Guillermo Balmori y En­rique Alegrete, enhorabuena, amigos por esta nueva edición garciana, al director de El abue­lo le encanta subtitular las fo­tografías de sus libros, y les re­comiendo que lean y disfruten con la contraportada y cómo Jo­sé Luis Garci une una foto toma­da en su colegio, un sábado de marzo de 1954, con las pelícu­las que vio ese día en el cine San Miguel. Vida, imágenes, cine, recuerdos.

Garci uno de los grandes directores españoles de todos los tiempos.

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