Cosas de Dios

Una bomba de emociones

Ocurrió de pronto, sin que nadie lo esperara. La mamá le estaba reclamando a un jovencito por lo de siempre, el reguero en su cuarto, el descuido con las obligaciones diarias que tiene en el hogar, cuando el muchacho reaccionó de una manera irrespetuosa, agresiva, hasta cruzar los límites. Nunca había pasado.

Sorpresa La reacción tomó a todos por sorpresa y causó en el seno de la familia una crisis que involucró a sus otros miembros por la dimensión del incidente. Lo que la madre no se explicaba era cómo habían llegado a ese punto en tan poco tiempo. Cuando el hijo regresó a pedir disculpas, señaló un aspecto en el que ella no había pensado. “Esta pandemia,- le dijo el adolescente,- me tiene loco, quiero que termine y todo vuelva a ser igual.”

Dolor silencioso Nadie le había preguntado al chico cómo se sentía por tener que permanecer encerrado, en medio de unas vacaciones que de vacaciones no tienen nada porque no sale a ningún lado, ni cine, ni playas, ni encuentros con amigos, aferrado a una sola vía de entretenimiento de la que él, como muchos otros jóvenes, se ha hecho adicto. Vive pegado al celular, la computadora y todo lo que sea virtual.

Sin escape Este muchacho explotó, pero la verdad es que la madre, también. La tolerancia en medio de tantas dificultades, incertidumbres y sin escapes de entretención, es casi un milagro. Los hogares están, ahora mismo, a prueba. El amor, el respeto y el perdón, son necesarios o terminaremos devorándonos vivos unos a otros.

Lo malo sale Recuerdo que, al inicio de este proceso de cuarentena y distanciamiento social, un sacerdote amigo me envió un mensaje en el que hablaba de era necesario crear en nuestras casas un ambiente espiritual fuerte, de oración constante. Que la amenaza invisible no solo es la del virus, sino que hay otros factores externos que buscan incidir, dividir y dañar. Este es un momento en que todo lo malo, que tenemos en el fondo de nuestros corazones, sale a flote.

Invitemos a María Y sugería este cura que invitáramos a la Virgen María para que nos acompañara. A ella no le aplica el distanciamiento social. Y no viene sola, trae de la mano a su hijo Jesús. Así como estamos tratando de fortalecer nuestro sistema inmune, contra el virus, vamos a fortalecer la protección espiritual de nuestras familias. Evitemos la destrucción de los lazos fraternos con su ayuda, que ella sea nuestra invitada. Pongamos nuestros hogares bajo la protección y cuidado de la madre de Dios, que nadie sabe cuándo nos va a estallar en la mano una bomba de emociones, como ocurrió con el joven de quien les hablo.

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