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FOLCLOREANDO

“No pasar con el piso mojado”

Algunos de ustedes se han “topado” con personas que son necias, que incluso llaman la atención con comportamiento raro. Es el tipo de persona que en cada hogar existe, como cuando decimos que en cada familia hay un loco o un poeta.

Sin huellas A la que me refiero es la que le toca “trapear” o mapear el piso de su hogar y ¡ay de quien pase por donde está limpiando!, aunque sea en puntillas. Se incomoda, porque le deja las huellas y para ella ese piso, mosaicos o cerámicas, debe de estar brillante, no con la marca de los zapatos.

Lo mojao El mismo palo de trapear era el arma que se utilizaba para quien pisara “lo mojao”. Uno de los motivos de la protesta de no caminar en el piso mojado, para que no luciera opaco o con las huellas lo era la visita a la casa del “noviecito” o el pretendiente.

¡Los oficios no! Normalmente, en esos hogares no había servicios domésticos y lo que hacía la “muchachada” era turnarse. Los turnos eran “una semana tú y una semana yo”, así se compartían los oficios de la casa (deshollinar y trapear) y de la cocina (el fregao). Ocurre que a nadie le gustan los oficios, pero hay que hacerlos “gústele o no le guste”, porque forman parte de la higiene del hogar.

Algunas tácticas La que le tocaba fregar quería salir rápido de la cocina y no podía dejar nada sucio, por lo que el que no había comido aún tenía que fregar su plato luego.

También ocurría muchas veces que a la que le tocaba fregar, al finalizar la semana (siempre domingo en la noche) guardaba el caldero del arroz con agua, dizque para que se ablandara y era para no fajarse hacerlo, creyendo que se escaparía hacerlo. Esto era frecuente en los barrios, en donde no existía suficiente agua, era en lata que se cargaba o una tubería para varias familias.

Una sabrosa alerta La olla arrocera y las dietas han mermado el concón del arroz que tanto se escuchaba su sonido al despegarlo, delatando la hora que se almorzaba.

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