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COSAS DE DIOS

Porque puedo

Había manejado sus problemas con ecuanimidad pero cuando conducía desde el trabajo, camino a su casa, estaba muy preocupada, además de sus múltiples desafíos, su hijo, que parecía encontrarse bien, ahora enfrentaba un pronóstico difícil. A medida reflexionaba, la angustia y la desazón crecieron. Los múltiples retos lucían más grandes que sus fuerzas. “Mi hijo, no”, se repetía, “mi hijo no”. Los pensamientos se convirtieron en palabras, dichas a viva voz.

¿Dios, por qué? Empezó a llorar y a preguntarle a Dios el porqué de tantas luchas. Llegó a gritar, sola, dentro de su vehículo. Los cristales estaban entintados, nadie la vio encararlo con furia, con rabia. Lo hacía por primera vez. Cuando se le pasó la crisis, reaccionó asustada, ¿cómo pudo cuestionar a Dios de esa manera, si había repetido, muchas veces, que a Él no se le pregunta por qué, sino para qué? Con la calma, le llegó una certeza: iba a recibir una respuesta.

A su tiempo Aquel momento de desesperación había ocurrido hacía ya un par de años, durante los cuales, de vez en cuando, esta mujer recordaba su pregunta y se decía que Dios se tomaba su tiempo, seguía sin responder. Suponía que habría de hacerlo, como en ocasiones anteriores, en medio de un retiro espiritual o de un momento de oración. Pero no contaba con la creatividad divina. Una mañana, mientras barría un piso muy especial, el recuerdo de aquel arranque volvió, sin razón alguna, a su memoria. Esta vez, también llegó la respuesta. Resultó breve: porque tú puedes, cuenta que le dijo el Señor.

Los hombros como la carga Ella pensó en los desafíos, retos y pruebas enfrentados, sin desmayar, superados. Y en esa lista enorme de milagros y ángeles con los que Dios le ha hecho siempre llegar su ayuda. Reconoció que sí había podido vencer sus retos, igual que muchos cristianos, hombres, mujeres, adolescentes y niños, a quienes les han tocado grandes pruebas, persecución, cárcel, escarnio, burlas, hasta la muerte en cruz. Entendió que Dios cuida de que la carga sea del tamaño de los hombros sobre la cual descansa.

Fortaleza y paz Desde ese momento, transmite la información recibida. Les hace saber, a cercanos y extraños, que esa enfermedad; ese reto económico o laborar; ese desafío familiar, con los hijos, la pareja o los padres, todas esas pruebas registradas en el itinerario de nuestras vidas, nos llegan por una razón: porque podemos enfrentarlas. Recomienda que cada quien se lo diga, a sí mismo, cuando le venga encima una situación que parece más grande que sus fuerzas: “Me toca a mí porque puedo”. Dice que, al entenderlo así, esa mañana en que Dios, al fin, decidió responderle, experimentó fortaleza y paz.

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