MIS APORTES
Trilogía de amor
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Conocí a Jesús en un encuentro maravilloso el 24 de marzo de 2006. En ese entonces, lo había oído de oídas, como dicen las Escrituras, pero no había tenido el inmenso privilegio de beber de su fuente. Estaba triste, derrotada, ensimismada en mis angustias deplorables de una vida vacía, esperando algo que me diera felicidad. ¡Cuán equivocada estaba! Aquella mañana primaveral cuando me tomó entre sus brazos y tiernamente me besó, en un abrir y cerrar de ojos los tonos grises de mi existencia fueron deslumbrados por los verdaderos colores del amor. Conocí entonces el cantar de los pajarillos, la sombra de los árboles, la magnífica sonrisa hospitalaria de los dominicanos, el aroma inigualable de la comida que me esperaba en casa, la brisa fresca de la mañana, las majestuosas puestas de Sol, el delicioso olor a grama húmeda cuando la lluvia rocía su verdor e infinidad de cosas que jamás, hasta ese inolvidable día, había tenido el privilegio de palpar. Me sentí, en primer lugar, forastera en la tierra prometida. De repente había llegado a un lugar precioso, donde todo era real, humano y sobre todo conocido. Gran contradicción, forastera en mi propia casa. Dulce sentir, aquel que mi Padre me insertó en el corazón. Desde ese día, sedienta de Él comencé a querer compartir con Él cada día. Me encontraba con él a escondidas, en cualquier lugar de mi casa o de mi trabajo. En el carro, de repente, también me acompañaba y juntos cantábamos alabanzas. De llorar pasé a reír continuamente. Él es el agua viva, quien bebe su agua no tendrá sed jamás.