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COSAS DE DUENDES

Médico residente, ¿un esclavomoderno?

”Mi hijo estudia medicina” es una frase que sale de la boca de los padres con mucho orgullo. Siempre ha sido así. Aún hoy cuando ya se sabe que graduarse de médico no es sinónimo, necesariamente, de éxito profesional y económico. El título de doctor, o doctora, tiene su peso social. Y, además, habla bien del que elige ese camino como medio para ganarse la vida y aportar a la sociedad. Porque quien escoge ser médico está diciendo que también ama los estudios, que le importa ayudar a las personas y que es capaz de mucho sacrificio. Así que su elección nos llama a respeto. Es lo que se merecen los jóvenes que, con tantas opciones como existen ahora, se embarcan en el camino de salvar vidas. También son de admirar los padres que, muchos a base de sacrificios, sustentan económicamente la vocación de sus hijos proporcionándoles la mejor formación académica que tienen a su alcance. Entonces, tomando en cuenta todo esto, me imagino que debe ser terrible encontrarse con una realidad como la que me cuenta la madre de uno de los médicos residentes que laboran en el hospital Luis E Aybar. Ella me escribió porque está preocupada por la salud de estos jóvenes doctores que, tras años de estudiar, ahora tienen la oportunidad de poner en práctica lo aprendido pero, según lo que me cuenta, las condiciones que les brinda el hospital son adversas. Así lo explica en un correo electrónico donde relata lo siguiente: “Ellos tienen dos modalidades de servicio, uno se inicia a las 7:00 de la mañana y termina a las cinco de la tarde, diez horas, si no hay novedades. El otro se inicia a las siete de la mañana y termina a las cinco de la tarde del día siguiente, si no hay novedades. Son 34 horas corridas sin poder dormir ni comer adecuadamente, porque las comidas son mal elaboradas en su preparación y presentación: pollo con plumas, arroz como una “bola”, espaguetis duros, etc. No hay baños para el aseo personal y tienen que llevar el material gastable: hojas, bolígrafos, linternas, etc.” Según me explica esta señora, el informe de cada paciente tiene que ser llenado a mano y, si tiene una tachadura, hay que hacerlo de nuevo. Dice que, con el problema de la epidemia de dengue, los horarios de 34 horas están siendo llevados hasta 42 horas corridas, saliendo a las dos de la mañana para volver a entrar a las siete de la mañana del mismo día. Sí, lo que dice es que un médico que trabajó más de 30 horas, hasta las dos de mañana, debe estar cinco horas después en servicio, nueva vez. Asegura que por una falta que cometa un R-1 sancionan al grupo entero agregándoles más horas de servicio. Dice que hay semanas que no tienen día libre y la jornada laboral pasa de 350 horas al mes. Califica este trabajo como de “esclavos en tiempos modernos”. Asegura que estos muchachos se están enfermando de gastritis y están sometidos a mucha presión. Concluye en que estos médicos no tienen opciones para dónde ir. Si esto es cierto, no quiero imaginar la calidad del servicio que reciben los pacientes de ese hospital. Sería bueno que las autoridades investigarán qué pasa ahí porque un médico está obligado a salvar vidas pero no a costa de la suya.

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