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Robótica transforma vida de niños de escasos recursos
En Ciudad Santa María, niños desde tercero de primaria hasta tercero de secundaria reciben robótica.
“La robótica me enseñó que no importa el problema, si nosotros nos disponemos a hacer eso, nosotros podemos lograrlo”, cuenta Charís Liriano, una niña de 11 años estudiante de la Escuela Primaria Francisco Arias que pertenece al proyecto Ciudad Santa María (Cisama).
Liriano es parte del equipo de robótica de Cisama, 6 niñas y 4 niños entre 10 y 15 años, que provienen de sectores empobrecidos como La Otra Banda, La Joya y La Barranquita de esta ciudad, pero que jugando han aprendido cómo los robots pueden mejorar la vida de las comunidades.
Meudy Monción, de 10 años, es otro de los miembros del equipo, su padre es electricista de vehículos y su madre es farmacéutica. Él cuenta que la primera vez que llegó a su casa a contarle a su familia su experiencia en las clases de robótica su padre le dijo: “yo no sé nada de eso, y qué es eso, yo tuve que explicarle qué era la robótica, las misiones y los atachmets”.
“Yo le dije a mi mamá y ella me puso la cara y qué es eso, y yo le tuve que poner videos de cómo funcionan los robots”, cuenta Sofía Reyes, de 10 años, quién también es parte del equipo.
Cisama está ubicado en un sector empobrecido La Otra Banda, cuya entrada es un puente que atraviesa el río Yaque, calles en mal estado, déficit en los servicios básicos y un caos en el tránsito, contrastan con el ambiente escolar que los niños encuentran allí.
Ciudad Santa María es un centro educativo, comunitario y católico que desde hace 14 años ha transformado la comunidad de La Otra Banda con un piloto basado en el modelo educativo de Finlandia, cuyo objetivo principal es que los niños sean felices, creciendo en valores, espiritualidad y manejando la tecnología.
En Ciudad Santa María los niños desde tercero de primaria hasta tercero de secundaria tienen clases de robótica como parte de su currículum.
Entre todos los estudiantes se eligieron 10 que este año representan a Cisama en competencias locales y regionales, y este fin de semana luchan por obtener un espacio en la First Lego League (FLL).
Su futuro
Los chicos del equipo de robótica son bombardeados a diario por las realidades propias del barrio, la pobreza, el hacinamiento, música con lenguaje despectivo y falta de oportunidades; sin embargo, ellos han aprendido a soñar con un futuro grande y realizable.
“Antes de entrar a este curso yo quería ser asafata, y ahora quiero ser arquitecta”, cuenta Kiara Rodríguez, de 12 años.
Pero la vida no sólo le cambió a largo plazo, desde ya su perspectiva se transformó. “Nosotros pasamos de ver un problema a ver una oportunidad” , explica Jana Vásquez, de 13 años.
trabajo en equipo
Las clases de robótica han dotado a estos niños de herramientas para la vida, como disciplina, trabajo en grupo, resolución de conflictos, desarrolla su observación, creatividad e innovación. “La robótica nos enseñó a que podemos aprender de nuestros errores, que no todo es perfecto, y si juntamos nuestras ideas podemos hacer algo mejor”, asegura Estiven Tejada, de 10 años. Como grupo, contaron a Listín Diario que han aprendido que las personas son más importantes que los robots.
“El fin de la clase es utilizar la tecnología para mejorar la comunidad”, explica la profesora Walesa Morel.
Por esto el proyecto con el que Cisama compite en la FL está basado en una problemática del sector.
Para la comunidad
Morel explica que el proyecto con el que Cisama compite en la FLL está basado en un problema de La Otra Banda. El alcantarillado y las cloacas que se desbordan cuando llueve. La solución que los niños han creado consiste en usar robots para la energía limpia a partir de desechos sanitarios. “Un robot nos puede ayudar a producir energía y cuidar el medio ambiente”, cuenta.