SIN PAÑOS TIBIOS
¿Resiliencia o anestesia?
Desde la óptica particular de nuestro subdesarrollo, somos incapaces de dimensionar el impacto de lo vivido en España y Portugal el día de ayer, tras la caída de su red eléctrica. Al momento de escribir este artículo, las causas aún no se habían establecido y las autoridades barajaban todas las hipótesis.
Sin elucubrar o adentrarnos en el complejo campo de la experticia técnica, en razón de que todo lo eléctrico implica un nivel de conocimiento por encima de la media, otra vertiente de análisis sería los niveles de preparación de la sociedad frente a un evento de esa naturaleza, y de cómo lo que resulta extraordinario en la península ibérica, resulta cotidiano y ordinario en este rincón del Caribe.
Para nosotros, un apagón no constituye noticia alguna. Estamos tan anestesiados ante la ineficiencia de nuestros políticos en lo que respecta a su capacidad de gestión y respuesta de un problema viejo, que, lejos de indignarnos y exigir soluciones estructurales, incorporamos a nuestro marco mental las soluciones individuales como única respuesta lógica posible.
De inversores a plantas eléctricas; paneles solares o energía eólica; en el diseño del más simple edificio cualquiera de las alternativas estará sobre la mesa. No es que nuestros ingenieros o arquitectos son previsores, es que nuestra psiquis asume que las respuestas individuales constituyen la solución a los vacíos e incapacidades estatales. Tinacos, cisternas o pozos; drenajes; guachimanes; soluciones energéticas, etc. Aquí el que no resuelve por su lado se embroma.
Esa apatía, ese acomode, ese quedarse siempre en la zona de confort y hacerla más confortable es lo que, por un lado, no nos hace exigir soluciones y sancionar electoralmente a quien no las provea; y, por otro, nos convierte en una sociedad capaz de sobreponerse a cualquier limitación e infortunio, siendo uno de nuestros rasgos característicos.
En nuestro grado superlativo de conformismo y tolerancia borreguil, hacemos bromas sobre lo vivido en España y Portugal el día de ayer, como si los que estuvieran mal fueran ellos, por no reaccionar como lo hacemos nosotros, que tenemos que lidiar con eso diariamente.
Y no, nosotros no somos excepcionales ni resilientes, ni estamos en condición de dar cátedras de supervivencia urbana o de cómo reaccionar ante una crisis. Porque aquello fue imprevisto y lo de prepararse y estar listos para esas contingencias es una necesidad, y la forma en que se reaccione siempre será mejorable; en cambio aquí, asumimos como normal e inevitable lo que en otros países se enmarca en la categoría de catástrofe. Porque todas las historias de sobresaltos o indefensión vividas ayer en Europa, son nuestras diarias historias a escala nacional… y no pasa nada.
La diferencia estará, no sólo en cómo reaccionamos y nos manejamos, sino en cómo evitamos que vuelva a pasar. Ellos, sin dudas que caminarán en esa dirección; nosotros, por el contrario, esperaremos el próximo apagón.