SIN PAÑOS TIBIOS
De Maduro a podrido
El ciclo de la vida se resume a nacimiento, crecimiento, reproducción, decadencia y muerte. E igual opera para los seres humanos como para sus constructos sociales, instituciones, o marcos ideológicos.
Las elecciones presidenciales venezolanas del pasado 28 de julio constituyen la muestra más fehaciente del proceso de degradación política de una ideología y un sistema, y esa incapacidad demostrada durante la gestión ex–post, es a su vez un reflejo de la incapacidad sistémica del madurismo de gestionar cualquier proceso con resultados medibles y eficientes; y su resultado se encuadra en unas características que se repiten en todas las áreas: deterioro, ausencia de transparencia, violencia del Estado, ineficiencia.
Los apologistas del chavismo circunscribirán la debacle del régimen a una multiplicidad de causas que van desde el bloqueo, acoso del imperio, sabotaje o conspiraciones transnacionales (un clásico); a las que se añaden las excusas de cosecha madurista (la derecha internacional, el fascismo); o la de los nostálgicos que apostillarán que esto ocurre porque Maduro desvirtuó el proyecto de Chávez… en modo Stalin con Lenin.
Cristina Fernández de Kirchner se la llevó al vuelo, por eso no tuvo reparos en pedir “no solamente por el pueblo venezolano, por la oposición, la democracia, [sino] por el propio legado de Hugo Chávez, que publiquen las actas”. Y es que al margen de que Maduro se enquiste en el poder y logre sortear la crisis (lo sorprendente sería lo contrario), el mal de fondo es la deslegitimación del chavismo como ideología y basamento de la izquierda latinoamericana del siglo XXI, de ahí que grandes referentes ideológicos del “Socialismo del Siglo XXI” (Lula, Mujica, Petro, AMLO) no hayan roto puentes y procuren encauzar el proceso dentro de la legalidad, circunscribiéndolo a lo más simple: la presentación de las actas y el conteo de votos, frente a todos, de manera transparente.
En lo que la Comisión Nacional Electoral de Venezuela se resiste a lo más elemental (mostrar las actas), el pueblo ha salido a la calle a protestar y el gobierno ha desplegado su fuerza; vulnerando derechos humanos, secuestrando y ejecutando a opositores, etc. Y si tan ilegal, torpe e irracional ha sido su respuesta, la de buena parte de la comunidad internacional también lo ha sido, desde el momento en que declara y asume unilateralmente a Edmundo González como ganador, arrogándose una calidad que no posee y que en el pasado ha demostrado ser inefectiva.
La solución al problema debe darse en Venezuela –con los venezolanos–, y no debemos sucumbir a los cantos de sirenas de golpes de Estado o intervenciones militares, porque inmiscuirnos no puede ir más allá de exigir firmemente el cumplimiento de la propia legalidad venezolana, que ha sido la posición asumida responsablemente por el gobierno dominicano. Cualquier otra vía conllevará una radicalización de las partes, cerrando una salida negociada, que es lo que corresponde. Toca el turno de la política y hará falta sensatez.