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Sin paños tibios

La varita de Luis Abinader

Todo mago requiere de una varita como símbolo y fuente de poder, ya sea Harry Potter, el hada madrina de La Cenicienta, Hermes, o –aquí en Erredé– Aramis Camilo y su Organización Secreta, quien decía que su varita sólo servía para dos cosas: “para conseguir la plata, para conseguir mujeres”.

Aunque se sabe que nadie tiene una varita mágica, se espera que todo presidente actué como si la tuviera, ya que el poder tiene la capacidad de trocar la realidad. La suerte de cualquiera puede cambiar si el presidente lo toca con su varita, pues es capaz de otorgar riquezas, felicidad, seguridad, progreso… o también incertidumbre, caos, miedo o terror. Vamos, que todo dependerá del uso que haga de su varita y de las circunstancias en que la utilice.

Si las varitas de los magos eran de madera, la de un presidente dominicano en el siglo XXI se corporiza en un bolígrafo, y no uno en particular; porque aunque pudiera existir predilección por uno en específico en modo fetiche, recuerdo familiar o regalo apreciado, es el uso del bolígrafo o pluma estilográfica en su función primaria (escribir y/o firmar) el que exterioriza y proyecta su verdadero poder; porque con ese artilugio el presidente manifiesta uno de los principales atributos de su poder, a la luz de lo establecido en el artículo 128.b de la Constitución Dominicana, esto es: “Expedir decretos, reglamentos e instrucciones cuando fuere necesario”.

A través de esa capacidad de firmar con su bolígrafo esos actos administrativos, el presidente se convierte en mago, porque es el “gran dador”, “el que firma decretos”, y uno suyo puede cambiar –para mejor o peor– la vida de cualquiera. Esa es la realidad y lo demás son eufemismos para ocultarla, y por eso los políticos hacen política y sueñan con terciarse la “ñoña”… para poder usar la varita.

Así las cosas, cada quien la usa como entiende y en el caso de Luis, su desafío será administrar el mayor poder jamás logrado en democracia con prudencia, sabiduría y grandeza; pero sin perder de vista que los grandes cambios son institucionales, toman tiempo y trascienden las personas; y mientras, la gente también quiere ver cambios inmediatos y mejoras en su calidad de vida; y esto sólo es posible si sus ministros y funcionarios son tan eficientes como él.

Habrá que ver si Luis usará también su varita no sólo para cambiar el país, sino para cambiar su gabinete en agosto –que ya se le hizo viejo–, porque toca promover los funcionarios que funcionan a posiciones mejores y a los que no, moverlos a los bancos; porque si cuatro años fueron suficientes para algunos, para otros han sido demasiado.

En medio del tapón sin fin de la 27, sigue sonando Aramis Camilo y más que en su varita mágica, pienso en la del presidente… y en si la usará finalmente como muchos desean.