Sin paños tibios
Que América contenga el aliento
Ese atardecer fue especial, y todo el mundo en el Berghof estaba extasiado viendo cómo las nubes del cielo ardían entre los rayos de sol del verano bávaro, menos Hitler, que estaba inusualmente preocupado; acaso porque era el único de los allí presentes que sabía que en breves horas comenzaría Barbarroja, y que toda la guerra quedaría determinada por el éxito o fracaso de la invasión a Rusia. Cuentan que rompió el encanto con una frase lapidaria, que entonces nadie entendió: “Que Europa contenga el aliento”.
Lo demás es historia, como también lo es que a veces, un sólo hecho –simple y aislado– termina por poner en marcha una secuencia de pequeños hitos imperceptibles que acaban por desencadenar grandes procesos, y, por qué no decirlo, hasta cambiar la historia de la humanidad en un segundo. Más que la muerte de un hombre, el asesinato de César sentenció a muerte a la república y dio paso al imperio. Dos mil años después, el asesinato de Francisco Fernando –en Sarajevo– abrió las puertas de la Primera Guerra Mundial.
Esos magnicidios, literalmente partieron en dos la historia de la humanidad, pero otros no menos importantes tuvieron impacto duradero en los países en que ocurrieron (Gandhi, Lumumba, Sukarno, Allende, etc.), de ahí que por partida doble haya que horrorizarse ante el intento de asesinato del presidente Donald Trump, el pasado sábado 13, en Butler, Pensilvania, en donde un tirador solitario falló por milímetros en su intento de matar al candidato republicano.
Horror de horrores en una nación crispada, dividida y armada; en donde cada mitad descalifica a la otra, y en la que los radicales de ambos bandos asumen discursos extremistas y violentos, y apelan sin pudor a un lenguaje de odio y exclusión que los sitúa en posiciones irreconciliables. Al margen de que Trump representa una amenaza al sistema democrático estadounidense y a su arquitectura constitucional basada en pesos, contrapesos y separación de poderes, es dentro de [y con] las reglas de sistema que debe ser neutralizado y derrotado.
Apelar a la violencia y recurrir a la eliminación física de un candidato que representa a más del 46% de los electores norteamericanos es inaceptable y merece repulsa y condena, como en efecto han entendido todos los líderes mundiales (Biden a la cabeza), que inmediata y enérgicamente lo condenaron. Podría decirse que Trump cosecha parte de lo que siembra, pero, en justicia, esa fractura silente que cada día se agranda y divide a la nación, existía antes de su llegada… y él simplemente se aprovechó de ella.
Con los días sabremos los detalles. La investigación establecerá responsabilidades y veremos qué tanto le favorecerá el intento de asesinato (y la gestión posterior que haga del mismo), mientras tanto, toca contener el aliento, cruzar los dedos… y hasta rezar.