ENFOQUE

Conflicto en Medio Oriente

La semana pasada, el grupo palestino Hamas perpetró una serie de ataques sorpresa en Israel, desencadenando una ofensiva por aire y tierra que causó centenares de muertos y miles de heridos. Circularon también varios videos donde se ve a los atacantes profanar cuerpos fallecidos de hombres y mujeres israelíes, buscando complementar la agresión física con estocadas morales.

Israel bombardeó la franja de Gaza en respuesta a los ataques del grupo HAMAS.

Israel bombardeó la franja de Gaza en respuesta a los ataques del grupo palestino HAMAS.agencias

En respuesta, el gobierno de Israel indicó que el país está “en guerra” y que realizará una retaliación “en una escala e intensidad que el enemigo nunca antes había visto”, indicando además que “el enemigo pagará un precio sin precedentes”. De inmediato inició una ofensiva militar que incluyó ataques con misiles y cortes en la distribución eléctrica en Gaza, lo que lamentablemente resultará en más víctimas, heridos y desplazados en la región.

Este último episodio de la guerra entre Israel y Palestina es una triste continuación de un conflicto de décadas de antigüedad, caracterizado por una complejidad que ni centenares de libros serían suficiente para analizar el tema en toda su dimensión. Sin embargo, es importante destacar ciertos aspectos que hacen que estos ataques sean condenables.

En primer lugar, Hamas no es una autoridad política actualmente elegida en Palestina, ya que su única victoria en elecciones populares tuvo lugar hace más de 17 años, en el año 2006. Por lo tanto, sus acciones no representan al pueblo palestino y carecen de legitimidad tanto en el ámbito nacional como internacional.

En segundo lugar, el ataque de Hamas se dirigió deliberadamente a civiles israelíes en áreas civiles, afectando a familias en sus hogares y personas en lugares públicos. Esto hace que estos actos sean considerados como actos de terrorismo, pues no buscaban afectar campamentos militares ni personas en la milicia israelí.

Al respecto, la Convención Internacional para la Supresión del Financiamiento al Terrorismo en su artículo 2.1.b define el terrorismo como “cualquier acto destinado a causar la muerte o lesiones corporales graves a un civil o a cualquier otra persona que no participe directamente en las hostilidades en una situación de conflicto armado”.

Además, los actos bélicos de Hamas se llevaron a cabo en territorio israelí, no en territorio palestino, ni siquiera en territorio en disputa según la división territorial prevista en los Acuerdos de Oslo. Por lo tanto, constituyen una agresión a un país extranjero y no pueden considerarse como una defensa legítima del territorio.

En pocas palabras, es esencial recordar que cualquier análisis de un conflicto armado debe tener en cuenta quién está llevando a cabo los ataques, dónde se están llevando a cabo y contra quién se están dirigiendo. Estos tres elementos son fundamentales en el estudio de las relaciones internacionales.

En ese orden, hay personas que erróneamente comparan lo realizado por Hamas con la contraofensiva desarrollada por Ucrania. Esto es un error, puesto que la defensa ucraniana al ataque ruso proviene de un gobierno elegido democráticamente en 2019 y se dirige a las fuerzas militares rusas en territorio ucraniano, no a civiles rusos en su propio territorio.

Respecto al tema territorial, algunas personas podrían argumentar que el espacio que actualmente ocupa Israel es reclamado por los palestinos, por lo que los ataques fueron realizados en terreno palestino, dando como resultado que el elemento “territorio” argumentado en los párrafos anteriores no aplique. Esto sería un error, pues la resolución 181 de las Naciones Unidas estableció una división del terreno entre ambos países, y décadas más tarde en los Acuerdos de Oslo de 1993 se definieron y acordaron los límites territoriales entre ambos países, documentos firmados por las autoridades legítimas de Israel y Palestina.

No obstante, condenar los ataques de Hamas no significa negar el legítimo derecho de los palestinos a la autodeterminación ni ignorar las agresiones previas por parte del gobierno israelí. La solución a largo plazo debe basarse en un entendimiento mutuo y en el respeto de los acuerdos previamente alcanzados, como la "solución de dos Estados" acordada en los Acuerdos de Oslo de 1993, y no en acciones que aumenten las tensiones y fortalezcan a grupos extremistas en ambos lados.

En pocas palabras, esta autodeterminación solo podría lograrse siguiendo lo establecido por Yasir Arafat en su carta a Yitzhak Rabin, donde reconoció el derecho de Israel a existir en paz y seguridad, y donde renunció a todo uso de terrorismo y actos de violencia.

Hoy, más que nunca, el mundo necesita líderes como Yasir Arafat y Yitzhak Rabin, que con sosiego y prudencia busquen dejar un legado perdurable en el tiempo, en lugar de recurrir al extremismo y la violencia para ganar popularidad. El cambio en el mundo viene de la mano de este tipo de líderes, y no de pseudo líderes que buscan con la estridencia discursiva la popularidad que no han conseguido por su falta de acciones y sus decisiones fallidas.

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