“Salvo mi corazón, todo está bien”, de Héctor Abad Faciolince
La autora comenta esta novela de escritura lineal, cercana al periodismo, donde un sacerdote relata sus desafueros, inconductas y la ruptura con sus principios éticos
Sentada en un café del pequeño pueblo español llamado Elche, mientras tomo sol a principios de un frío febrero, un alma tropical y caribeña se hace acompañar de la pluma de un escritor latino: Héctor Abad Faciolince.
“Salvo mi corazón, todo está bien”, es el título que se sienta junto a mí en la mesa. Este nombre promete mucho romanticismo -y no en vano- pero, como todas sus páginas, está lleno de doble sentido, ya que: “cualquier cosa que uno escriba sobre el corazón se vuelve imagen y metáfora”.
La historia
El padre Córdoba, un sacerdote del mismo origen del autor de esta historia: colombiano, ciertamente, estaba sufriendo problemas del corazón, problemas vinculados a la FE, pero no la fe de los creyentes, sino de fracción de eyección (FE). Cuando llegó a la casa de Teresa en Laureles, su FE estaba en 20% y sigo sospechando de que no solo se refería al porcentaje de sangre que expulsaba la válvula de su cuerpo en cada contracción.
Es así como el autor, desde la voz de otro sacerdote, nos hace reír y pensar la referencia de cada una de sus analogías. Aurelio, mejor conocido por el apodo “Lelo”, es el presbítero que narra la historia como si el lector lo acompañara en su relato desde una tercera persona.
La novela describe en detalle cada espacio que no dudamos en estar ahí compartiendo, observando cada acción y escuchando en el silencio los pensamientos de sus personajes.
Además, incluye invaluables apuntes científicos, como por ejemplo el funcionamiento del corazón, que terminan en líneas poéticas e inspiradoras. Si esto puede llegar a parecer aburrido, nuestro empático narrador nos advierte de saltar esos extensos textos explicativos, a veces teológicos y catequéticos; no obstante, en su prosa se encuentran enriquecedores aspectos que no están de más saber para aumentar nuestra cultura general y quién quita que allí encuentre algún toque de humor o algún detalle inesperado que le mueva el corazón, ese que se parece tanto a la pequeña ilustración roja y coqueta, minimalista e ideal para quienes les gustan los tatuajes imperceptibles, con la que separan momentos importantes de la historia El libro, de 357 páginas, lleva el sello de Pengium Randolph House dentro de su colección Alfaguara.
Desde los primeros capítulos se advierte el final. En los últimos, sin detalles, Faciolince ya confirma lo que desde el inicio nos ha ido sugiriendo. No obstante, la curiosidad y el hilo te llevan hasta la respuesta a una pregunta que quizás, a todo lector como en mí caso, carcome la mente en medio de su lectura: ¿Cómo esta historia, inspirada en la vida del padre Luis Alberto Álvarez, puede ser narrada con tanta rigurosidad, como si quien la cuenta fuera el propio personaje y la musa de esta obra literaria?
Indignante realidad
Faciolince, periodista al fin, denuncia el rostro oculto del clero en Colombia, entidad que, aprovechándose de su posición de poder en el transcurso de la década de los años 90 y principios de los 2000, abusaba sexualmente de jóvenes. Sus líneas son inspiración y a la vez contundente denuncia al mencionar vidas que se entregaron por entero a una vocación, como describe a su musa en la novela, sobre quienes faltaron a lo que una vez juraron ante el Señor.
El final, simula una forma de solicitar un cambio dentro de los estatutos jurídicos de la Iglesia Católica y denunciar el daño que provocaron sacerdotes, entre ellos un arzobispo, a toda una ciudad. La forma en que lo hace es una muy cruda y con lujo de detalles que no pueden pasar inadvertivos al lector.
Algunos pueden considerar que poner en contexto y la pérdida de la narrativa para pasar a un redacción más lineal, muy periodística, hacen de las páginas unas monótonas (y a veces sí, especialmente con la repetición constante de frases y palabras). Pero esto se pierde gracias a la forma del escritor jugar con los tiempos, cortando historias y retomándolas poco después.
De igual forma, la presencia de códigos QR para escuchar algunos resortes culturales favoritos del padre Córdoba, fanático del cine y la música clásica, llenan de dinamismo la lectura, convirtiéndola en una experiencia casi inmersiva.
“Como la vida es un regalo, el único pecado que se puede cometer es el de no recibir y honrar ese regalo, es decir, el de no ser felices en la vida, con la vida, y que ser felices consiste en no apartarse nunca de lo que amamos”. Quedo con esta enseñanza del padre Córdoba y con el infinito agradecimiento hacia quien me regaló este libro. Se parece a mí. A partir de esa historia retomé dos amores pausados por meses: leer y escribir.