AGN: Una editorial que debe mejorar
No importa la calidad del lector, ni mucho menos del país en que se encuentre. Un títular no lo dice todo, no cuenta la historia, y muchas veces solo son referencias estratégicas, se les olvida que se debe motivar a lector.
Durante años he considerado el Archivo General de la Nación (AGN) como un órgano que posee una magnífica labor en la conservación de los documentos que conforman el acervo histórico dominicano.
La primera visita que realicé a la estructura física como estudiante universitaria, describí este espacio como uno de los pocos que mantiene su verdadera esencia en el país, «de velar y proteger el patrimonio documental de la nación».
La segunda ocasión que volví a un recorrido por el edificio de tres niveles donde se resguardan los tesoros de la historia dominicana, lo hice con fines de trabajo y donde reafirmé la labor que día tras día lleva a cabo el personal de AGN.
La experiencia de conocer la sala de restauración, la unidad fílmica, la hemeroteca, la sala de digitación, de exhibición y la biblioteca, es impresionante. Cada departamento forma parte del corazón del Archivo.
Pero más allá de ese servicio y los esfuerzos para que esta institución sea una fuente segura para la consulta de datos y documentos verídicos, también posee una línea editorial que debe continuar siendo renovada.
Si algo no me acaba de convencer como lectora, es la presentación de los libros que pone a circular el AGN.
Cada obra, no resume sus valores. Parece un compendio en bruto. Algo le falta para atraer al lector.
Puede que su línea sea esa (formato para la juventud y adulto), y es respetable. A mí lo que me llama la atención es la lectura y no condiciono la cantidad de páginas o el tamaño de un libro. Pero eso sí, la portada, su interior y una buena presentación de la historia debe convencerme para adentrarme en ella.
En el tiempo que llevo laborando en Listín Diario, he consumido pocos libros del AGN.
Todos los títulos que publica contienen valores perdurables, colores atractivos, títulos interesantes, investigación muy seria, y portadas que seducen, pero al abrir su interior, me encuentro muchas veces con inicios inesperados. Por ello los vuelvo a cerrar. El descuido del editor es evidente. Muchos libros no tienen una información mínima de su contenido.
Hay autores que se preocupan por escribir una importante introducción o una nota de solapa. Pero otros no. El editor los pasa por alto.
Esos tomos me servirán para acumular polvo en mi librero. Quizás algún día analice algún texto. No prometo nada, pero ya hice el intento.
No importa la calidad del lector, ni mucho menos del país en que se encuentre. Un títular no lo dice todo, no cuenta la historia, y muchas veces solo son estratégicos, se olvida la importancia de motivar al lector; decir de qué viene, crear expectativas, aunque al final éste saque sus propias conclusiones.
Abandonar al lector en la primera página no puede seguir siendo una tarea del Archivo General de la Nación.
Si su interés es cultivar la lectura o que sus publicaciones lleguen a un público más amplio se necesita dotarle de un texto que atrape al lector, sencillo y agil.
Editores de estas publicaciones deben velar porque las mismas contengan palabras de acercamiento a los usuarios, breves explicaciones del contenido, sin importar su trascendencia. Vivimos otro contexto y hay una nueva generación que necesita acercarse al libro, no verlo como algo inaccesible. El lector no solo está en Santo Domingo, sino a lo largo y ancho del país.