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Enfoque

Diplomacia evita guerra nuclear en el Caribe

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Rafael NuñezSanto Domingo, RD

Nunca antes en la historia, el Caribe estuvo tan amenazado de ser el epicentro de una tercera guerra termonuclear como los 11 días del otoño de 1962, momento en el que Estados Unidos mediante la utilización del avión espía U-2 detectó en La Habana, Cuba, las instalaciones de rampas de lanzamiento de misiles con cabeza nuclear.

La aeronave norteamericana, que solía volar a gran altura, hizo fotografías los días 14 y 15 de octubre de ese año, que sirvieron para reafirmar la información proporcionada al gobierno del presidente John F. Kennedy por el coronel Oleg Penkovsky, miembro de los servicios de información soviéticos acerca de la instalación de 42 misiles de alcance medio.

La diplomacia jugó un papel fundamental para que el Caribe no se convirtiese en el primero de los infiernos, pues el gobierno del presidente Fidel Castro estaba decidido a enfrentar el plan que los soviéticos le habían adelantado, elaborado en el Pentágono, y refrendado por los sectores de línea dura, para invadir la isla. Se recuerda que un intento anterior en Bahía de Cochinos o Playa Girón terminó en un fracaso militar, protagonizado por exiliados cubanos, pero alentado y financiado por la CIA.

Aquel 21 de octubre, seis días después del espionaje del avión norteamericano, se inició lo que se dio a conocer en el mundo como “La crisis de los misiles”, un acontecimiento que el mes pasado cumplió 60 años, y del cual se siguen sacando lecciones para la posteridad, pues lo que parecía una tercera conflagración mundial inminente, la diplomacia la evitó, según se deprende de documentos norteamericanos y soviéticos desclasificados por los Archivos de Seguridad Nacional de Estados Unidos.

Con toda la razón geoestratégica, Estados Unidos no deseaba en ese momento lo que para los estrategas militares del Pentágono constituía una amenaza a su seguridad solo a 90 millas de su territorio. Es la misma lógica militar que utiliza el Kremlin hoy, sesenta años después, ante la expansión alrededor del territorio ruso de la Organización del Atlántico Norte (OTAN), que ha provocado la guerra entre Rusia y Ucrania.

En el marco de aquel conflicto de tanta trascendencia, República Dominicana estaba inmersa en la campaña electoral de cara a las elecciones del 20 de diciembre de ese año. Con una población de apenas 3 millones 576 mil 737 habitantes, eran pocos los dominicanos que comprendían la dimensión de un conflicto tan cercano a nuestro territorio. Aquellas elecciones las ganó el profesor Juan Bosch con un 58.72 por ciento de los votos contra Viriato Fiallo, de la Unión Cívica, que obtuvo un 30.08 por ciento. En ese certamen se produjo una votación del 64.73 por ciento de los habilitados para hacerlo.

Las tensiones mundiales generadas por la Guerra Fría se trasladaron al centro del Caribe por la presencia de misiles nucleares en La Habana, el avance de las ideas revolucionarias o liberales en la región, pero también por el triunfo arrollador en Dominicana, dos meses después, de un candidato que, si bien solo se inscribía en un pensamiento liberal, no pocos sectores internos y externos prejuzgaron las intenciones de Bosch para llegar al poder.

A los siete meses, esos grupos recelosos, alentados por Estados Unidos, propiciaron el golpe de Estado, fraguado desde su triunfo.

Negociación y cordura

Los documentos desclasificados por el Archivo de Seguridad Nacional, publicados en este octubre, apuntan a que la diplomacia, encabezada por el representante norteamericano ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el embajador Adlai Stevenson, jugó el rol fundamental para que fuese la tabla de salvación.

En reuniones con el presidente Kennedy, este embajador no solo se opuso al plan original del Pentágono de invadir a Cuba, sino que trató de persuadir al presidente Kennedy para que dejara a un lado su proyecto de atacar la isla y tomase el camino de la diplomacia.

Se conoce del memorándum que fue publicado a finales de octubre con otros documentos desclasificados por el archivo, al cumplirse los 60 años de aquel acontecimiento que puso en vilo al mundo.

“En un memorándum secreto para John F. Kennedy, escrito solo para los ojos, hace 60 años al comienzo de la crisis de los misiles en Cuba, el embajador de la ONU, Adlai Stevenson, advirtió al presidente a abandonar su plan inicial para atacar a Cuba y considerar, en cambio, la opción diplomática de desmantelar las bases de misiles estadounidense en Europa a cambio de la retirada de los misiles soviéticos en Cuba”, dice el documento divulgado por el Archivo de Seguridad Nacional.

Robert McNamara, secretario de Defensa, exejecutivo de la Ford y funcionario beligerante en la guerra contra Vietnam, así como el Estado Mayor llevaban la voz cantante para que Kennedy ordenara una ataque masivo sobre las instalaciones de proyectiles. El presidente estadounidense, que por otro lado tenía a su hermano Robert Kennedy negociando, decide llevar a cabo un bloqueo naval con 183 buques de guerra, entre ellos 8 portaviones, y 40 mil marines de infantes.

El Estado de La Florida, que pudo haber sido el primer territorio alcanzado por un proyectil nuclear lanzado desde La Habana, tenía 579 aviones de combate, así como divisiones del Ejército y las aerotransportadas 82 y 101. Nunca antes, insisto, en la historia de la región, se presentó un peligro tan inminente, de consecuencias devastadoras como en octubre de 1962.

Acerca del encubrimiento que primó hasta ahora del rol jugado por la diplomacia para que esa fecha no se convirtiese en otra Hiroshima y Nagasaki, lo comentaré en una próxima entrega, basándome en documentos norteamericanos y soviéticos, desclasificados por el Archivo de Seguridad Nacional.