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Enfoque

“El Estado ni agradece ni guarda rencor”

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Mariel Ledesma MéndezSanto Domingo

De seguro han escuchado esta frase. La verdad es que no sé de cuándo data, pero lo que sí me consta es que se trata de una creencia limitante que ha acompañado a muchas generaciones de servidores públicos y que debe ser eliminada.

¿Por qué? Porque, por un lado, fomenta el servicio público sin compromiso y por otro, resta valor al trabajo que desde la Administración pública se hace; Un trabajo de alto impacto y trascendencia, que muchas veces tiene hora de entrada, mas no de salida y ni hablar de los prejuicios y riesgos reputacionales a los que se exponen quienes deciden trabajar en el sector público.

Sin embargo, entendemos que puede ser el resultado o reflejo de cómo ha sido vista y experimentada históricamente la Administración pública: servil, premio por trabajo en campaña electoral, cultura y experiencia de servicio no centrada en el usuario, donde el personal es visto como “desechable” y dónde, como no suele haber competencia entre los servicios públicos porque se desarrollan por instituciones únicas - un razonamiento incorrecto- , el ciudadano ha sido visto como el que hay que “ayudar”, siendo instrumentalizado para sacar capital político.

En los últimos años, hemos visto cómo diversos gobiernos han realizado esfuerzos por fortalecer la Administración, sin embargo, en la práctica, podemos ver instituciones que apuestan a la excelencia y otras que lucen en un letargo; lo que nos indica que pese a tener leyes e iniciativas que fomentan su fortalecimiento, los procesos terminan quedando al criterio de quien ocupe el liderazgo de la organización.

Abordar esta creencia limitante debe comenzar con un consenso en la clase política sobre el rol, impacto y trascendencia de la Administración pública que, si bien es cierto está encargada de llevar a la práctica el programa de gobierno, debe hacerlo para satisfacer de manera objetiva los intereses y necesidades de la colectividad garantizando salud, educación, empleo, vivienda digna, libre expresión, oportunidades de crecimiento y un entorno seguro, compatible con el valor humano más preciado, la vida.

Apostar al fortalecimiento y profesionalización de la Administración pública es apostar a la calidad institucional que se traduce luego en bienestar social: mejores políticas públicas, más confianza y eficiencia en las instituciones, realidad que impactaría además en la riqueza del país. Esta afirmación se apoya en los estudios del Banco Mundial Where is the Wealth of Nations? (2005) y The Changing Wealth of Nations (2011), donde constataron que el capital humano y la calidad de las instituciones son los principales motores de la producción y del crecimiento de los países.

Bajo esta premisa, es necesario que el liderazgo nacional esté consciente y de acuerdo en el fortalecimiento real de la Administración, más allá de teorías y enfocada en una bajada a la práctica mucho más efectiva, para evitar condenarla a un reinicio cíclico que solo perjudica al país y donde la tensión entre lo político y lo institucional está a la orden del día.

Promover un servicio público comprometido, eficiente, con estándares de excelencia, por competencia, cargado de innovación, responsabilidad y ética es, desde nuestra perspectiva, la única forma de avanzar. Además demuestra que el esfuerzo que hacen los gobiernos por fortalecer las instituciones y con ello orientar sus gestiones en beneficio de las personas, ha valido la pena porque se apoyará en una administración profesionalizada y respetada, enfocada en resultados.

El futuro se forja en el presente con cada decisión que se toma y es momento de poner en valor a la Administración pública porque los gobiernos pasan y la Administración pública queda.

Es momento de primero conocer, para luego prometer; de pasar página y procurar aspiraciones realistas que nos hagan transitar como país hacia un avance progresivo y sostenible apoyados en una Administración pública que también avanza y se profesionaliza; de pasar de la instrumentalización de la Administración con fines políticos hacia un administración “estable” en cuanto a procesos y actores para evitar que sigamos fomentando políticas públicas desechables que en algún momento implicaron mucho dinero del erario público; y permitirnos, además, ver en el tiempo el resultado de las medidas tomadas.

En fin, es momento de cambiar la vergüenza por el orgullo de servir desde el Estado a tu país; de reconocer que el mayor agradecimiento y satisfacción que puedes tener como servidor público es haber dejado mejoras que faciliten y dignifiquen la vida de los ciudadanos; es momento de elevar la moral de lo público y de quienes, desde este sector, buscan aportar genuinamente a la construcción del país al que aspiramos.