Hemeroteca: El final de la tiranía de Rafael Trujillo Molina
La materialización de la muerte del generalísimo Rafael Leónidas Trujillo requirió del concurso de un grupo de dominicanos valientes, dispuestos a morir para librar al país de su larga pesadilla
(Este artículo fue publicado originalmente en nuestra versión impresa el viernes 30 de mayo de 2003) El 30 de mayo de 1961 es una fecha histórica unida indisolublemente al día 19 de noviembre del mismo año. Por tal motivo ambas deben ser recordadas, respetadas y celebradas en igual proporción de trascendencia patriótica por las generaciones del presente y del futuro.
La primera, el 30 de mayo, es el día en que la tiranía fue decapitada, marcando el inicio del final de un régimen opresivo, que acumuló en su haber una larga e incontable lista de opositores asesinados, y otra no menos extensa de dominicanos sometidos a terribles torturas en centros especializados para esos fines.
La segunda, el 19 de noviembre, registra el día en que todos los miembros de la familia Trujillo se vieron forzados a dejar para siempre el país.
Mientras la gesta del 30 de mayo fue el resultado de una conjura en la cual sus integrantes se dedicaron a un largo y detallado proceso de planificación, la hazaña del 19 de noviembre tuvo un alto contenido de improvisación.
Además, la materialización de la muerte del generalísimo Rafael Leónidas Trujillo requirió del concurso de un grupo de dominicanos valientes, dispuestos a morir para librar al país de su larga pesadilla.
La sacada del país de todos los Trujillo fue la obra y decisión de un solo hombre, cuya autoridad militar encontró la aprobación inmediata de subalternos inspirados en el mismo propósito.
En la historia ha quedado el registro de que en la muerte del tirano participaron siete personas cuyos nombres permanecerán por siempre en el recuerdo de esta sociedad.
Ellos responden a los nombres de Antonio de la Maza Vásquez, Antonio Imbert Barreras, teniente Amado García Guerrero, Salvador Estrada Sahdalá, ingeniero Huáscar Tejeda Pimentel, Pedro Livio Cedeño y Roberto Pastoriza.
Pero la historia de la salida al exterior de todos los Trujillo, es la que las cosas sucedieron de manera diferente, ya que la acción que impidió una gran matanza en el país, fue decidida por un solo hombre, el entonces general piloto Pedro Rafael Ramón Rodríguez Echavarría, a la sazón comandante de la base aérea de Santiago de los Caballeros.
La conjura para matar a Trujillo se fijó en la mente de Antonio de la Maza y sus hermanos el mismo día en que se produjo la muerte de su otro hermano, el capitán piloto Octavio de la Maza, el 6 de enero de 1957.
Impulsados por diferentes motivos, los demás conjurados se enrolaron en el plan con el discurrir del tiempo.
LOS MOTIVOS
Indagando sobre esos motivos, los investigadores de esa gesta histórica, encuentran razones personales o familiares que los indujeron a enrolarse en la conjura, excepto los casos de Tejeda Pimentel y Cedeño.
El primero de éstos era hijo de un hombre cercano al tirano que además era un empleado de éste que gozaba de su afecto personal y protección.
En adicción, el propio Tejada Pimentel había sido beneficiado con varios contratos que, hasta prueba en contrario, le significaban buenos ingresos. De ahí que resulte digno de un estudio aparte, su decisión de enrolarse en un propósito tan riesgoso como la muerte de Trujillo, el hombre más poderoso del país y tal vez de toda América Latina en aquellos momentos.
La acción tomada por el general Rodríguez Echavarría se fue acunando al influjo del consejo que años atrás le diera un oficial del ejército alemán hitleriano, que vino y residió en el país junto al dictador argentino Juan Domingo Perón.
Según revelación del oficial piloto, el ex militar germano le recomendó en determinada ocasión que se preparara para el final de un régimen de fuerza como el de Trujillo, tal como había sucedido con los de Adolfo Hitler y Perón.
El ex oficial alemán le hizo hincapié en el sufrimiento que padecían los militares de alto rango al servicio de esos regímenes de fuerza, en los cuales alcanzaron respetable principalía, pero que al terminar estos se vieron forzados al duro exilio en países donde eran simples parias. En adición, el general Rodriguez Echavarría tenía a su alcance la desgracia vivida por sus homólogos cubanos al servicio de Fulgencio Batista, quienes emprendieron apresuradamente el camino del exilio con el triunfo de las guerrillas encabezadas por Fidel Castro, dos años atrás. Algunos de esos generales y coroneles serviles a Batista, no solamente salieron huyendo al exilio, sino que otros fueron fusilados acusados de cometer numerosos crímenes.
Brecha de libertad
La acción salvadora emprendida por los conjurados del 30 de mayo, abrió la brecha de la libertad y la democracia en República Dominicana, contando con la valiosa ayuda de las sanciones diplomáticas impuestas a la tiranía trujillista por la Organización de Estados Americanos (OEA), en agosto de 1960 y que se mantenían vigentes.
Dichas sanciones fueron el resultado del atentado ordenado y planificado por Trujillo, junto al brutal coronel Johnny Abbes García, en contra del entonces presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt. El atentado con explosivos, fue perpetrado el 24 de junio de 1960 en la Avenida de Los Próceres, Caracas.
El castigo continental impuesto a la tiranía, trajo como resultado una situación económica calamitosa, que afectó el normal desenvolvimiento social de todo el país. En medio de eso, Trujillo tomó la criminal decisión de ordenar el asesinato de las hermanas Mirabal, perpetrado el 25 de noviembre de 1965, que arrastró también a su chofer Rufino de la Cruz.
Este crimen consternó a toda la sociedad incluyendo a los trujillistas más convencidos y entusiastas, no sólo por el hecho en sí, sino también por los métodos brutales empleados.
El terrible impacto provocado por el asesinato de las Mirabal, se dejó sentir entre el puñado de hombres que ya entonces buscaban la manera y oportunidad de ejecutar el tiranicidio.
La indignación continental provocada por el atentado contra Betancourt, alarmó al gobierno de los Estados Unidos, preocupado ante la posibilidad de que en República Dominicana la situación evolucionara en la misma dirección de la ocurrida en Cuba con el derrocamiento de Batista y el ascenso de Fidel Castro al poder.
Por esa razón, el gobierno de Washington trató de convencer a Trujillo para que se fuera del país, pero éste se negó.
Entonces, funcionarios norteamericanos prometieron ayudar con el envío de armas a aquellos que preparaban el complot contra el tirano, pero la ayuda prometida jamás llegó, y los complotados se las arreglaron para valerse de sus propios medios para ejecutar su plan.
Decisión heroica
El 30 de mayo de 1961, Trujillo no debía ir a San Cristóbal, pero hasta los conjurados llegó la información de que esa noche él iría a su Casa de Caoba en su pueblo natal.
Rápidamente se agruparon, poniendo en ejecución el plan trazado en torno a la materialización del atentado.
Al volante del carro que perseguiría al de Trujillo y desde el cual se le dispararía, fue colocado Imbert Barreras, y De la Maza iría a su derecha, en el asiento delantero, mientras Estrella Sadhalá y García Guerrero ocuparían el asiento de atrás.
A eso de las 10:30 de la noche se inició la persecución en la autopista que bordea el mar, y más allá de la Feria Ganadera el carro ocupado por los complotados alcanza el de Trujillo, conducido por el capitán Zacarías de la Cruz.
Los primeros disparos hechos por De la Maza impactan en el carro de Trujillo, y en medio de la balacera el chofer De la Cruz gira el vehículo en dirección contraria y se detiene.
El carro ocupado por los conjurados da el mismo giro y se entabla un tiroteo entre los ocupantes de ambos vehículos.
Dos versiones
Una de esas versiones sostiene que Trujillo fue herido de gravedad en el interior de su vehículo, y que cuando era cazado por Pedro Livio Cedeño, le hizo un disparo a éste que lo hirió en el tórax.
La misma versión agrega que un segundo carro manejado por Tejeda Pimentel derribó a un Trujillo mal herido, y que éste en el suelo fue rematado por De la Maza, haciéndole un disparo a la boca.
El relato hecho por el chofer de Trujillo sostiene que éste cayó al ser alcanzado por los disparos de los conjurados mientras los enfrentaba estando fuera de su vehículo.
Lo cierto es que esa noche la tiranía trujillista fue decapitada, y que el régimen de terror implantado en el país en 1930, llegó a su fin, cuando los hermanos del tirano abandonaron forzosamente el país, obligados por el levantamiento militar encabezado por el general Rodríguez Echavarria, contando con el respaldo de oficiales pilotos, de infantería y tanquistas.