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Los golpes más devastadores a viajeros en yolas

Durante 21 años de viajes ilegales de dominicanos hacia Puerto Rico, el cúmulo de problemas dejados ha sido terrible: muertes, luto, engaños, naufragios, huérfanos, prisión...y hasta pérdida de esperanzas.

Los viajes ilegales mediante el transporte en yolas han sido causantes de muchas tragedias

Los viajes ilegales mediante el transporte en yolas han sido causantes de muchas tragedias

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Deyanira PolancoSanto Domingo, RD

“Cuando tienes una ilusión tú no ves el peligro”. Así comienza el relato de Rafael, quien llegó a Puerto Rico el 1 de enero de 2000, junto a 93 dominicanos, en una frágil embarcación.

Fue esa yola, probablemente, la primera en arribar a la Isla del Encanto en este nuevo siglo, cuando se aceleró la migración ilegal, siendo el mar Caribe y el Océano Atlántico la fosa marítima de cientos de personas que buscaban mejores condiciones de vida.

El Canal de la Mona, que empalma ambos mares cerca de Puerto Rico, es el estrecho que más náufragos ha tragado y sus tiburones han consumido. Estuvieron empujados por el sueño americano, la crisis económica del país y la poca vigilancia o complicidad de los encargados de proteger el contrabando en las costas dominicanas.

“Salimos el 30 de diciembre de 1999 y llegamos el primero de enero. Siempre estuve positivo, mi mente estaba ilusionada, duramos tres días en el monte, en Nagua, antes de partir a las 2:00 de la madrugada. Pasamos en el mar esa madrugada, el día completo del 31 y nos agarró el año nuevo llegando a la playa boricua, en Aguadilla”, explicó.

Los primeros naufragios del nuevo siglo se iniciaron en ese enero, con una embarcación cargada de 70 indocumentados; rescataron 14 cadáveres y 48 estaban desaparecidos. Entre las víctimas habían cinco niños, tres de ellos hijos del “capitán” de la yola, quieres perecieron.

A Rafael no lo amedrentó nada, ni el hecho de que la embarcación se dañó en alta mar, cargada de “soñadores” que habían pagado entre 10 mil y 15 mil pesos para llegar a Borinquén. Ahora cobran, según dijo, hasta siete mil dólares (cerca de 400,000 pesos).

“Todo lo que se veía era agua y se apagó el motor. Eran como las 10 de la mañana del 31 de diciembre. El capitán consolaba a la gente y nos decía que estábamos llegando, yo, al verlo tranquilo pensaba, ¡bueno si nos hundimos él también va a morir!, así que no me preocupé. De una vez sale uno diciendo que es mecánico y reparó el motor. Yo seguía con la ilusión de llegar para ayudar a mi esposa que dejé con tres hijos de 5, 4 y 3 años”.

Dijo que el viaje no es tan largo (130 kilómetros de la costa este a Puerto Rico), pero el desembarque tenía que ser en la madrugada, para que los guardacostas no los capturaran.

Cuenta que el tráfico de indocumentados a Puerto Rico es un negocio que envuelve a mucha gente y, además de personas, llevan droga, en muchos casos, donde el capitán es una especie de empleado, que recibe una paga por viaje y lo dejan llevar tres o cuatro personas de él, a los que algunos les cobra y a otros, como familiares, los lleva gratis. “Les da una bola”.

En 2000, la prensa recogió siete naufragios masivos y yolas a la deriva con el rescate de cientos de personas en estado de deshidratación , como en marzo donde siete personas muertas y 50 desparecidas; en abril una yola duró 5 días a la deriva con 71 migrantes; en julio otra embarcación zozobró con 15 desparecidos y un muerto: en diciembre los traficantes aprovechaban las festividades navideñas y el “descuido” de los marinos dominicanos que vigilaban la costa, zarparon varias embarcaciones, una desapreció el día 9 con 54 a bordo y a otra la detuvieron en Puerto Rico con 60 criollos.

Peligro en todos lados “Uno no está seguro, en ningún momento, hasta llegar a tu destino, sea en Puerto Rico o que te capturen y retornen al país”, dice Rafael, quien hizo la travesía a los 35 años de edad, “ya que cuando se organiza el viaje lo hacen con hasta 130 personas, donde todos pagan, pero no todos caben”. Algunos se arrepienten al ver el mar.

Él ofreció al capitán cien dólares adicionales para ser uno de los primeros en abordar, aunque solo andaba con dos dólares en una funda plástica, con algunas barras de chocolates y botellas de agua.

Otro compañero le hizo la misma oferta y pagó de inmediato, “a él lo dejaron, yo dije que le pagaría en alta mar y fui de los primeros en subir a la yola, que después dejaron botada en Puerto Rico”, porque el capitán retorna con una carta de ruta.

Corrió el riesgo de que cuando abordaran los que no cabían los atacaran, porque dijo que casi todos tienen un arma blanca o que el capitán revisara el dinero que le entregó envuelto en medio de la oscuridad, que eran solo dos dólares, y que éste lo guardó en su bolsillo.

El lucrativo negocio del tráfico humano se hacía hasta por 500,000 pesos por grupo, pero luego tuvo otro matiz: llevar menos personas y más droga.

Los coyotes humanos Cuando la yola llega a Puerto Rico y los indocumentados no son capturaros por la guardia costera, caen en manos de coyotes. “A mí me agarraron unos hombres que parecían drogadictos y yo sin ni un peso encima. Me dieron agua, jugo y pan, me escondieron, y me pidieron 300 dólares para llevarme a la ciudad”. Les dije que sí. Ellos mismos me buscaron un teléfono, llamé a un amigo y él pagó mi rescate”.

Lo trasladaron en la parte trasera de una camioneta, remolcada por una grúa, pasando como si se tratara de un vehículo dañado. Otros huyeron al monte y algunos fueron capturados.

Rafael comenzó a trabajar el mismo día primero en una bodega y al día siguiente fue que “repasé en mi mente el peligro”, y fue cuando sintió miedo, que se acrecentó al ver las noticias de naufragios de dominicanos, apresamientos y muertes en el mar.

Duró tres meses trabajando en la bodega y también ofrecía servicio como electricista, ya que se había graduado en varios institutos dominicanos, y al intentar abordar un avión con destino a Nueva York fue apresado, duró un mes en una cárcel de San Juan.

Una prueba muy dura Los 30 días en una celda, lejos de su familia, fueron más temerosos que la travesía, que no recomienda a nadie. Fue devuelta a su país.

“A vivir mi realidad. Aquí borré toda esa ilusión. Doy gracias a Dios que me cogieron en el aeropuerto, porque si no, no tuviera la familia que tengo, mis tres hijos profesionales y mi esposa y yo con un negocio que iniciamos cuando llegué vendiendo pollo matado y verduras y que nos ha dado otras fuentes de ingreso”.

Rafael no está en las estadísticas de los que lo intentan una y otra vez. El naufragio de noviembre rememora las yolas zozobradas durante los últimos 21 años

“Cuando se sabe de un naufragio o de que capturaron una yola es porque cien llegaron, los viajes no se acaban”, es la expresión de un indocumentado que vivió la frustrada travesía en dos ocasiones. Y los reportes les darían cierta razón, pues las autoridades de Estados Unidos repatriaron en 14 meses a 2,721 que se fueron en yolas a Puerto Rico. El dato fue ofrecido en diciembre de 2019.

La tragedia más reciente ocurrió el pasado 25 de noviembre en la playa de Celedonio, en Miches, con un saldo de ocho muertos y 23 rescatados.

Vuelven los titulares Quizás la noticia sorprendió a muchos que tenían tiempo sin ver titulares de los periódicos destacar estas tragedias, como ocurrría en primeros 10 años de este siglo.

Este ilícito de la muerte pisó el acelerador en 2001, en el Gobierno de Hipólito Mejía, donde los indicadores económicos reflejaban un descrecimiento, al pasar de más de 4% a 2,7%, ( Cepal) y la amenaza del llamado “paquetazo fiscal”, una reforma que luego entró en vigencia en 2012.

En 2001 hubo naufragios en enero con un muerto y 50 desaparecidos; otra yola zozobró con 40 a bordo; en marzo 60 naufragaron en la isla haitiana de Vaches tras salir de boca de Yuma.

Ese mismo año los dominicanos se sintieron atraídos para viajar a Puerto Rico con la creencia de que habría una amnistía para los indocumentados y serían legalizados, cuando entrara en vigencia la ley que permitía la reunificación familiar, que los indocumentados podrían permanecer en territorio estadounidenses mientras se procesaba su solicitud de residencia.

Esto tuvo que ser aclarado, pero la isla seguía como metas para aquellos veían que otros llegaban con éxito.

Yates para viajes VIP Los viajes ilegales fueron tan lucrativos que a partir de 2002, entre tragedias, capturas y devolución masivas, los especuladores ofrecían viajes VIP, con lanchas rápidas, que llegaban a costas dominicanas desde Puerto Rico a recoger “pasajeros”, que pagaban de entre 800 a 1000 dólares. Eso incidió para que aumentaran los precios, que comenzaron a 10,000 pesos, y ya cobraban hasta 80,000 pesos en yolas muy frágiles.

Rescatistas cargan en una camilla a un viajero rescatado del mar tras zozobrar de una embarcación en la que viajaba de ilegal.

Una embarcación de constitución frágil virada sobre una línea de playa dominicana. listín diario