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El apoyo español al restablecimiento de la soberanía dominicana“

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Olivo A. Rodríguez HuertasSanto Domingo, RD

El 29 de no­viembre de 1916, una gran tragedia afectó la Re­pública Dominicana. Ese día, un capitán de navío de la infantería de Marina de los Estados Unidos, H. S. Knapp, en nombre de su gobierno, emitió una pro­clama mediante la cual de­claraba “que la República Dominicana queda por la presente puesta en un es­tado de ocupación mili­tar por las fuerzas bajo mi mando, y queda someti­da al Gobierno Militar y al ejercicio de la Ley Militar, aplicable a tal ocupación”.

La intervención de 1916 tuvo como deriva­ción inmediata poner ba­jo el control del Gobierno americano los dos Estados que comparten la isla de la Hispaniola, desencade­nando un régimen despó­tico que sometió a los do­minicanos a una intensa censura tanto política có­mo de coacción a la liber­tad de expresión. En el pla­no económico, el modelo de explotación implanta­do generó, en palabras de Roberto Cassá, una ver­dadera “rebelión agraria”, con el consecuente encar­celamiento y asesinato, en algunos casos, de hombres del campo.

No obstante lo bochor­noso y humillante de la in­tervención, hubo un gru­po de dominicanos que, en vez de asumir la defensa de la patria herida, prefirieron poner “al servicio de nuevos y taimados conquistadores, lengua, pluma, nombre y honor”, como escribiera el poeta Fabio Fiallo en las pá­ginas del periódico La Ban­dera Libre.

Afortunadamente, fue­ron muchos los dominica­nos que se resistieron a la idea del quebrantamiento de la soberanía nacional, encabezados por Francis­co Henríquez y Carvajal, y en el que participaron ac­tivamente, entre muchos otros, Américo Lugo, Fe­derico Henríquez y Carva­jal, Emiliano Tejera, Fabio Fiallo, Francisco J. Peyna­do, Max Henríquez Ureña, Tulio Manuel Cestero, Fe­derico García Godoy, Fé­lix E. Mejía y Enrique Des­hamps, agrupados en un movimiento nacionalis­ta dominicano que, como ha escrito Bruce J. Calder, “solo estaban interesados en la autodeterminación de la república”.

Uno de los ejes funda­mentales de la estrategia del movimiento, lo consti­tuyó la búsqueda de respal­dos a la causa dominicana en el exterior, tanto en Esta­dos Unidos, como en Amé­rica Latina y Europa.

España, fue uno de los países en que se recabaron apoyos a favor de la Repú­blica Dominicana, jugan­do un papel de primera importancia el prestigioso diplomático dominicano Enrique Deschamps, quien desplegó, tanto en el cam­po político como intelec­tual, una exitosa campaña en pro de la causa sobera­nista.

En lo que respecta al campo político, sobresa­le la declaración emitida en 1919, por miembros del Parlamento español, en la que solicitaban al Gobier­no de España que expresa­ra al Gobierno de los Esta­dos Unidos “el anhelo de la República Dominicana de que se restablezca en ella el régimen de derecho anu­lado por la ocupación mi­litar”, estimando “que el propio Gobierno español debería interponer también sus buenos oficios cerca del Gobierno americano, cum­pliendo con ello altos de­beres morales, por lo que respecta al pueblo domi­nicano”, lo que se produjo posteriormente.

Dicha declaración tuvo gran impacto y repercu­sión mediática, en Espa­ña y en el extranjero, por la relevancia que tenían en la política española quie­nes la suscribieron: el con­de de Romanones, jefe del Partido Liberal; Manuel García Prieto, jefe del Par­tido Democrático; Fran­cisco Cambo, jefe del Par­tido Regionalista; S. Alba, jefe del Parido Izquierdis­ta Liberal; Melquiades Ál­varez, jefe del Partido Re­formista; Indalecio Prieto, representante del Partido Socialista; Rafael Gasset, jefe del Partido Agrario; Alejandro Lerroux, jefe del Partido Republicano; Ni­ceto Alcalá Zamora, jefe de minoría; Antonio Goi­cochea, representante del Partido Maurista; y el le­gislador independiente, Augusto Barcia.

Por otra parte, es de re­saltar igualmente, el apoyo del gobierno y de una ins­titución española relevan­te, como Casa de América, que incorporaron a Enrique Deschamps, como parte de la delegación de España en dos importantes even­tos internacionales, uno, en la Liga de las Naciones en Bruselas, y el otro, en la So­ciedad de las Naciones en Ginebra, lo que universali­zó la lucha del pueblo do­minicano por el rescate de su soberanía.

En lo que respecta al campo intelectual, Enrique Deschamps sumó voces de altísimo nivel en las letras españolas, como J. Álva­rez Quintero (Azorín), Mi­guel de Unamuno, Jacinto Benavente, Concha Espina, G. Martínez Sierra, Eduar­do Marquina, Pedro Coro­minas, Santiago Rusiñol, Armando Palacio Valdés, A. Rubio y Lluch y Ricardo León, quiénes de manera conjunta, enviaron, el 10 de septiembre de 1919, un ca­blegrama al presidente de los Estados Unidos en de­fensa de la soberanía domi­nicana.

Vale la pena resaltar el testimonio escrito por al­gunos de ellos, de lo cual el Listín Diario se hizo eco en sus páginas. Es el caso de Azorín, para quien la “Re­pública Dominicana debe ser libre. Los pueblos no son grandes por su territorio o por sus ejércitos, sino por su espíritu humano y noble”; o, el de Concha Espino, que escribió: “al noble país do­minicano le quiero mucho por lo interesante y español, su actual actitud lo reve­la con elocuencia abruma­dora, y para mi ha sido una alta honra el firmar aquel cablegrama que era un rue­go…y también una protes­ta. Mantendría el uno y la otra, si fuera necesario y efi­caz, toda la vida”.

La lucha por el resta­blecimiento de la sobera­nía dominicana encontró, en los medios de prensa españoles, un importante aliado, difundiendo per­manentemente las gestio­nes y apoyos logrados por los dominicanos, y abrien­do sus páginas a la intelec­tual dominicana residen­te en Barcelona, Abigail Mejía, que a través de sus escritos El cuento de Tío Samuel y El caso de San­to Domingo, entre otros, procuraba sensibilizar a la opinión pública española, exteriorizando sus críticas a los excesos de la política exterior americana en el Caribe, y denunciando va­lientemente el atropello de que era víctima el pueblo dominicano, desde que en 1916 se consumó la inter­vención americana.

Finalmente, la solida­ridad española se hizo pre­sente en nuestro territorio, en la persona del poeta an­daluz Francisco Villaespe­sa, quien en 1919, recorrió varias ciudades dominica­nas, en las que la entona­ción de sus poemas “Canto a la Raza” y “Canto a Santo Domingo” ocasionaba im­portantes gestos de emo­ción en la población, lo que llevó a don Américo Lugo a considerarlo como “el pri­mer enardecimiento prácti­co popular desde 1916”, y que conforme relata Bruce J. Calder en su obra El im­pacto de la intervención, fue motivo de preocupación para las autoridades de la intervención.

El autor es embajador dominicano en España.

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