Perspectiva electoral 2020

El Covid-19 dará oxígeno a caudillismo moribundo

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Felipe CipriánSanto Domingo, RD

A la República Domini­cana le conviene que en las próximas elecciones el caudillismo caiga derro­tado en forma aplastan­te, tanto por la diferencia de votos como por la mag­nitud de la victoria de las nuevas generaciones.

Parece muy difícil que así sea en esta ocasión. ¡Caramba, caramba! Y con tanta necesidad.

Es una pena tan grande como la necesidad de su­perar ese estigma del siglo XIX que sigue sacando ca­beza en el XXI como si no pasara nada en el tiempo.

Y no lo será probable­mente porque las del 5 de julio serán las elecciones presidenciales y legislati­vas menos concurridas del país porque se celebrarán a porfía con el coronavirus abriéndose paso por las principales ciudades, con sus miles de infectados y muertos.

Es una pena que el lide­razgo político dominicano no estuviera a la altura de comprender la magnitud de la pandemia y buscara un entendimiento para es­tablecer un poder ejecuti­vo provisional unitario que después del 16 de agosto tomara las riendas de la na­ción.

Su tarea fundamental sería concentrarse en do­minar el contagio del Co­vid-19, impulsar la eco­nomía a partir de la agricultura, la ganadería, la transformación agroin­dustrial, la minería, la ma­nufactura, el comercio y los servicios, para luego orga­nizar unas elecciones na­cionales democráticas en las que los ciudadanos pu­dieran participar sin miedo ni peligro real.

¡Pero no! ¡Quieren elec­ciones ahora y las tendrán!, aunque a su manera.

Se necesitaba demasia­da sensatez y responsa­bilidad para retrasar as­piraciones presidenciales desesperadas de políticos dominicanos, desde el úl­timo caudillo –Leonel Fer­nández- hasta jóvenes co­mo Luis Abinader que se considera “Presidente elec­to”, rueda por las redes a su nombre un “gabinete presi­dencial”, y así habló cuan­do declaró que su partido, el PRM, había ganado las elecciones municipales del 15 de marzo.

Lo difícil es saber qué es más importante para ellos entre salvar a los dominica­nos y extranjeros que aquí viven, trabajan y estudian, o celebrar unas elecciones con participación de menos del 50 por ciento de los ciu­dadanos aptos para votar.

Un verdadero líder se ocupa de la salud del pue­blo en primer lugar y luego de escalar al poder, sobre todo si el país no está su­mido en una crisis política ni enfrenta el peligro de un golpe militar.

Crisis postelectoral

Definitivamente entre los políticos –y aquí entra el PLD con su gobierno- pri­ma el criterio de que las elecciones se celebren el 5 de julio para que no ha­ya un vacío de poder y to­do indica que se hará así sin calcular una peligrosa crisis postelectoral.

Y la crisis postelecto­ral puede venir porque quienes ahora se conside­ran predestinados para ser el Presidente de agosto y quieren las elecciones aun­que el Covid-19 limite la participación y contagie a quienes las organicen y a los que vayan a votar, luego serán los primeros, si caen derrotados, que argumen­tarán que los comicios “no fueron representativos” y que por tanto no reconocen el triunfo del contrario, y un largo etcétera.

Es claro que si ahora no tienen la sensibilidad pa­ra ver las limitaciones del proceso y posponerlo pa­ra cuando la gente pueda ir a votar sin peligro para su salud, tampoco la tendrán cuando vean sus aspiracio­nes rodar al carecer de una mayoría que tiene que ser real para ganar, no virtual como las encuestas asocia­das.

En bipartidismo no hay chance

Las elecciones municipales de marzo pasado demos­traron que el bipartidismo ha retornado con fuerza, ahora encarnado por el Par­tido Revolucionario Moder­no (PRM) y el Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Los votos de ambos partidos representaron más del 70 por ciento del total de los emitidos.

Esa tendencia es natural para las elecciones presi­denciales y legislativas por­que la gente no vota con la esperanza de perder, sino confiando en que va a ga­nar.

Pero con unas elecciones mermadas por el peligro y la falta de campaña electoral de motivación como serán las del 5 de julio, el que gane las elecciones no lo hará con los millones de votos que lo han hecho los últimos presi­dentes electos.

En ese escenario, el últi­mo caudillo (Leonel), aun­que su candidatura no su­pere el 7% del voto en dos boletas separadas ni sus partidarios en el Congre­so alcancen la mitad de la representación que tienen hoy porque la ganaron en el PLD, se considerará viviente y tiene razón, aunque Gon­zalo Castillo y Abinader sa­quen el 80 por ciento del vo­to presidencial.

De manera que la lucha contra el caudillismo no concluirá el próximo mes como era deseable, pero se puede afirmar que tampoco constituirá un peligro real para las nuevas generacio­nes de dirigentes que son in­finitamente mayoritarias en este proceso.

Después de todo, lo de­seable es que se le derrote en un próximo proceso donde las grandes movilizaciones de masas vayan contra to­do el sistema programático que representa, contra sus prácticas, contra sus ambi­ciones, que son tan grandes que ya golpearon a dirigen­tes políticos como Margarita Cedeño, Abel Martínez Du­rán, Dionis Sánchez, y arro­jan sin rubor a quien fuera su jefe en el “Sicariato del honor ajeno”, que se corrió invocando sin derecho a un hombre tan pulcro como Jo­sé Martí.

No hay porvenir para el caudillismo y cuánto lamen­to que no pueda ser sepul­tado convenientemente por un “amateur” como Gon­zalo, porque las elecciones apenas llenarán un trámite en un trance de peligro para la gente y para la patria.

En los nuevos escenarios de confrontación, afirma­dos, diremos nuestras ver­dades, no son, ni por asomo, coincidentes con quienes se visten de mujer siendo hombres para no tener que afrontar “la hora de los hor­nos”.

¡Cuando pase la tempes­tad, contaremos las estre­llas!

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