La epidemia del suicidio | PARTE 2
Los traumas que desataron sus ideas suicidas
El suicido casi nunca llega de repente, tiene etapas en que la persona se consume en un intenso dolor que carcome poco a poco sus sentimientos y termina haciendo trizas el raciocinio tan necesario para superarlo.
Las historias de víctimas del suicidio y otras con intentos fallidos, algunas con secuelas permanentes, son dramáticas y evidencian también que el descuido con el entorno del suicida deja huellas que podrían convertirse en un efecto dominó.
Este martes se conmemora el Día Mundial de la Prevención del Suicidio y, con ocasión de la fecha, LISTÍN DIARIO obtuvo testimonios de personas, cuyas identidades preserva, que han tenido pensamientos, ideas y tentativas de suicidio, quienes narran el tortuoso proceso que vivieron.
No superaba el suicidio de su hija Una mujer de 47 años intentó quitarse la vida porque no lograba superar el suicidio de su hija de 15 años. Ella nunca recibió apoyo profesional luego del fatídico suceso que enlutó a la familia hace un año.
Precisamente, el primer aniversario de la muerte de su hija fue el detonante del duelo que no había superado. La ropa, calzados, útiles escolares y otros objetos que todavía conserva de su hija acrecentaron al máximo su nostalgia ese día. En días previos a la fecha también se enfadó mucho porque descubrió que una prima de su hija usaba un pantalón que le pertenecía y le quitó la prenda de manera brusca.
Se siente más tranquila tras ser intervenida y medicada, pero el costoso fármaco que usa para su condición se le acabó hace dos semanas y no tiene dinero para comprarlo.
Acordó con su terapeuta ver los objetos de su hija como recuerdos positivos del tiempo que pasaron juntas y regalarle el pantalón a la prima de su hija.
Ella aprendió a elaborar pulseras y ahora tiene planificado confeccionar esos accesorios con mensajes de prevención del suicidio para obsequiarlos a adolescentes.
Perdió el deseo de vivir por el rechazo de padres Su padre no quería que naciera. Cuando se enteró que su madre estaba embarazada le pidió que abortara porque ya tenía dos hijos y no quería otro.
Su madre decidió tener la criatura, pero para conservar la relación con su cónyuge decidió regalar la niña a una vecina de sus abuelos. “Yo lloraba mucho, me encerraba en mi habitación y no quería hablar con nadie”, cuenta sobre ese episodio que marcó para siempre a esta madre soltera de dos hijos, ahora con 36 años.
Quedó luego al cuidado de sus abuelos, pero refiere que se deprimía cuando veía a sus tíos visitar la casa acompañados de sus hijos como familias normales, lo que ella siempre quiso tener.
El nacimiento de sus hijas fue un bálsamo para sus penas, pero quedar embarazada de un tercero y perder la criatura se convirtió en el detonante que sacó a flote sus fantasmas del pasado y le provocó una crisis depresiva.
Vivió un trauma lejos de sus padres En la adolescencia vivió un gran trauma cuando fue separada de sus padres, quienes decidieron fijar residencia en el interior y a ella la dejaron al cuidado de un tío y su esposa en la capital, porque aún ella no había terminado el bachillerato.
“Me sentí abandonada, sola y vacía”, expresa sobre la sensación que le provocó verse de repente lejos de sus progenitores y sus hermanos. Aunque no recibía maltratos de su tío y esposa, nunca asimiló estar alejada del ambiente familiar al que estaba acostumbrada, por lo que su autoestima se fue al suelo y su rendimiento escolar bajó. “Tenía la sensación de que a nadie le importaba y que no existir era lo mejor que podía pasarme”, declaró en un tono tan bajo como si no quisiera lastimar con sus palabras.
Terminó en la casa de otra tía, quien sí notó su tristeza y nostalgia, pese a que nunca lo confesó, y decidió buscarle ayuda profesional a la adolescente.
Ahora con 21 años, ella tiene un valioso consejo a los jóvenes que pudieran pasar por una situación similar a la que vivió: “La soledad es muy mala consejera, mi exhortación a los jóvenes es que hablen, que se desahoguen y cuenten sus problemas”.
Perdió su familia por deudas y se deprimió Tiene 42 años y cuenta que entró en una profunda depresión debido a precariedades económicas.
Expone que siempre ha sido responsable con el pago de sus deudas, pero al perder su empleo y no poder afrontarlas, unido a las dificultades para suplir los gastos del hogar, sin seguro médico y retrasos en el pago del alquiler de la casa, todo eso lo sumió en una profunda depresión.
“La sociedad te juzga porque piensa que estás siendo irresponsable. La misma familia te cataloga como un vago”, afirma sobre la situación que padecía en ese momento y que se agravó cuando su pareja se marchó de la casa y se llevó a sus tres hijos.
Se aisló, sufrió trastornos del sueño y sintió en ese instante que estaba en un callejón sin salida. “No podía responder económicamente a mi familia y sin la fuerza para salir a la calle a dar la cara por mis deudas, en varias ocasiones me pasó por la mente acabar con mi vida”.
Su situación fue más traumática porque se resistía a admitir que estaba pasando por un proceso depresivo y necesitaba ayuda.
Ni siquiera los amigos le funcionaron en sus momentos de mayor angustia, pues razona que la incomprensión es el mayor escollo que enfrentan las personas afectadas por depresión y con ideas suicidas.
“Pero cuando tú lo estás viviendo, lo sientes desde adentro y sabes el infierno emocional y mental en que tú estás metido, no te quedan muchas soluciones y no tienes la autoestima suficiente para enfrentarte a las cosas cotidianas y dar respuestas a eso”, narra.
Ha experimentado cambios significativos luego de recibir asistencia psicoterapéutica, ya que ahora se permite caminar por el Malecón, hace ejercicios, tiene una mejor actitud y valora más la vida.
“El suicidio no es la salida. Lo mejor es que estoy vivo, soy responsable nuevamente. De haber tomado esa decisión fuera peor porque hubiera afectado a mis hijos y a mi familia”, reflexiona sin poder evitar que esos recuerdos casi quiebren su voz.
Adicta al alcohol. Listín Diario tuvo acceso a un test llenado por una paciente femenina de 26 años con depresión severa, debido a un divorcio que la convirtió en adicta al alcohol.
Algunas respuestas. “He perdido 2 kilos y medio”, “Tengo que obligarme mucho para hacer algo”, “Me despierto antes de lo habitual y me resulta difícil volver a dormir”, “He perdido el apetito”, “Lloro constantemente”, “He perdido el interés por los demás”.
Otras. “Siento que el futuro es desesperanzador” , “Ya me resulta imposible tomar decisiones”, “Estoy decepcionada de mí misma”, “Me siento una persona fracasada”.