La novela de Balaguer: “El niño que no tuvo un tambor”

Portada de la reciente novela de Cornelia Margarita. ARCHIVO LISTÍN DIARIO.

Portada de la reciente novela de Cornelia Margarita. ARCHIVO LISTÍN DIARIO.

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Víctor Gómez BergésSanto Domingo, RD

Ha llegado a mis manos un libro que me llamó la atención por su título, que es el de este trabajo y las fotos que aparecen en la portada del mismo. Comencé a leerlo con marcada curiosidad y me sedujo de tal forma que lo agoté en tres días, y la razón fue que el personaje central de esta novela-histórica y los detalles que revela la misma, es de una personalidad pública que gobernó el país por veintidós años, y nadie, ni sus más cercanos colaboradores políticos, tuvieron oportunidad de conocer a plenitud, por una característica del Dr. Balaguer, que desde muy joven revistió su personal proceder con gran discreción y prudencia.

Solo una acuciosa historiadora y periodista como la autora, Cornelia Margarita Torres, quien por diversas razones profesionales se desenvolvió en un medio que le permitió durante los años de gobernante del personaje central de esta obra, pudiera conocer lo que narra en su novela como hábitos y costumbres del principal personaje de la misma, que la autora con gran tacto lo hace. Relatar en su obra de manera magistral la discreción que es el centro de su novela, con amplios detalles familiares y oficiales desconocidos por la mayoría de los dominicanos, inclusive para los que fuimos cercanos colaboradores de una de las figuras más destacadas en gestiones de gobierno del siglo pasado y quien no permitió trascendiera el desenvolvimiento de las interioridades de su hogar y de sus hermanas, con quienes vivió toda su vida, así como de muchas acciones de sus gobiernos. Tuvo el tacto la autora de adaptar las letras iniciales del nombre y apellidos del personaje central de la misma “Jobari”, para tratar interioridades de la familia y sus relaciones, quizás única en el país con las características de quien fue la cabeza de la misma, que no solo fue el único hombre entre su madre y siete hermanas, sino que durante treinta y un años de la dictadura más larga de nuestra historia, desempeñó las más altas posiciones del Estado.

“Su vida era objeto de coloridas y a veces siniestras especulaciones”, apunta la autora. Es una obra única de nuestra bibliografía como Nación. Pero no solo revela sus relaciones familiares, sino su comportamiento con sus colaboradores y vivos episodios ocurridos durante el gobierno de 31 años al que estuvo ligado y del que salió con su nombre sin manchas. Así como experiencias vividas en la Universidad de Santo Domingo, donde compartía cuatro días por semana la cátedra de Derecho Civil y donde lo recuerdo, ocupando la posición de Vicepresidente de la República, llegar siempre en un carro marca Chevrolet negro, con placa de cuatro números, solo y sin escolta, con Saturnino, su chofer de siempre, subir por la parte de atrás del edificio “Dr. Defilló” en que estaban los cursos de Derecho e impartía sus cátedras y era recibido por el jefe de los Bedeles, don Chuchú, quien lo acompañaba hasta las aulas. Señala igualmente la autora el momento de la muerte de su padre don Joaquín, ocurrida el 28 de agosto de 1956, acompañado de su madre Carmen Celia y sus siete hermanas, lo que le inspiraron estas estrofas dedicadas a cuánto sintió en esos momentos:

“En tu cuerpo quedaban pocos signos de vida/y el corazón apenas palpitaba en tu pecho; /ya estabas listo para la despedida/ y la muerte rondaba muy cerca de tu lecho”./ “Cuando besé tu frente con la fe ya perdida,/ con los ojos llorosos y el corazón deshecho,/ te ponían los óleos para el viaje de ida,/ y había olor a incienso que subía hasta el techo”.

“Antes de que tus pasos cruzaran el umbral,/ que separa la vida de la muerte fatal,/ yo vi entonces tu alma que asomó a tu mirada,/ y después lo que hubo fue un silencio mortal”/ “Alguien sobre tu pecho colocó un crucifijo,/ todos un Padre Nuestro rezamos en voz baja/ y en el nombre de Dios cada cual te bendijo”./ “Cuando llegó el momento de ir al cementerio/ se dejó el Crucifijo junto a ti en la caja,/ y así abrazado a Cristo penetraste al misterio”.

Resalta igualmente la autora un hecho, que me comentó el Presidente Balaguer una noche en su residencia, hablando de la lealtad de los perros y que recoge sobre su compañero “Yoqui”. “Un día, cuando más densa se hizo la nube de la tormenta que cubrió desde la noche del 30 de mayo la atmósfera dominicana, encontré al regresar a la casa, que mi inseparable compañero “Yoqui” había sido envenenado.

El autor de ese incalificable acto de crueldad fue un prominente miembro de la “Unión Cívica” que pasó frente a mi casa y arrojó por encima de la verja la carne envenenada.

La agonía del animal fue larga y dolorosa y yo asistí a ella desgraciadamente impotente.

Esa impotencia me oprimió el corazón cuando los ojos del animal se clavaron en los míos, entre los estertores de la muerte, implorándome al parecer ayuda. “Si alguna vez sentí odio por alguien, fue en aquel instante, por el autor de aquella felonía. Pero hay algo superior a nosotros los mortales, existe una justicia divina que juzgan nuestras acciones más insignificantes y que descarga sobre la cabeza de cada cual el castigo que merece en un momento dado”. “Pocos días después de la muerte de Yoqui, alguien llegó apresuradamente a mi casa para decirme, entre apenado y jubiloso, que el líder de la Unión Cívica que hizo blanco de su odio político a ese pequeño animalillo al que yo tanto quería, acababa de caer víctima de los desafueros de una multitud enfrentada que lo cazó como a una rata sobre la cama de un camión en uno de los barrios de la llamada Ciudad Nueva”..

Distribución. El libro se encuentra a la venta en las librerías del país y fue presentado en la pasada Feria Internacional del Libro.

Encuentros. Su contenido se inspira en muchos encuentros que la autora pudo hacerle en vida al doctor Balaguer.

Inmaculado. La autora asegura que durante sus gobiernos de 31 años el ex Presidente salió sin manchas en su nombre y en su gestión en favor de la República Dominicana.

La autora, Cornelia Margarita Torres. FUENTE EXTERNA