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La frase que impactó hasta a los propios torturadores

El doctor José Joaquín Puello recuerda que tras un primer interrogatorio fracasado, los torturadores de Pedro Livio Cedeño decidieron esperar.

En ese intervalo, agrega, salieron al pasillo de la clínica y ahí encontraron a su esposa doña Olga, a quien también torturaron, le dieron patadas y la tiraron al suelo. Entonces volvieron a la habitación “y de todos los que estábamos ahí al único que le permitieron entrar fue a mí, yo me quedé al lado de su cama mientras lo torturaban, son episodios difíciles de olvidar, a mí me ha marcado toda la vida lo que viví esa noche, ver cómo se torturaba a un hombre mal herido, en una cama.

“En esa segunda tortura es que él dice la frase para mí más excepcional que un hombre puede decir ya sabiendo que va a morir. Se incorporó en la cama y los miró de frente a todos, con una mirada intensa, se incorporó sin ayuda agarrado de sus dos brazos y les dijo lo siguiente: “Yo les voy a decir con quien yo andaba”, y ahí dijo, “miren coño lo matamos como a un perro y yo solamente quisiera que él volviera a vivir y yo también para matarlo otra vez”.

“Eso mi querida Doris lo puedes escribir como si hubieses estado allí, en ese momento ocurrió algo que yo ahora me lo explico como médico ya de experiencia, impactó a los torturadores porque dejaron de torturarlo, frente al valor de este hombre que estaba dispuesto a que le dieran un tiro en la cabeza, estaba dispuesto a morir, consciente de que era un hombre muerto”, dice. Duró cinco días en la clínica, Lo fueron a buscar en una ambulancia del hospital militar, lo envolvieron en una sábana como si hubiera sido un andullo de tabaco, pero cuando lo bajaban por la escalera él se quitó la sábana de la cabeza y con la mano nos dijo muchachos muchísimas gracias, y eso fue todo. Lo fusilan dos semanas después, narró.

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