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Sepultan restos

Destacan cualidades de la vida de monseñor Cedano

Luctuosa. La despedida y sepelio de monseñor Pablo Cedano, ayer en la Basílica de Higu¨ey, congregó a 14 obispos, cientos de sacerdotes y diáconos, así como centenares de feligreses y amigos.

Luctuosa. La despedida y sepelio de monseñor Pablo Cedano, ayer en la Basílica de Higu¨ey, congregó a 14 obispos, cientos de sacerdotes y diáconos, así como centenares de feligreses y amigos.

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Alicia EstévezHigüey, La Altagracia

Monseñor Pablo Cedano motivó muchas vocaciones sacerdotales y fue, además, “un sacerdote contento, feliz, que con su manera de vivir su apostolado contagió a otros”, afirmó monseñor Benito de la Rosa y Carpio, arzobispo emérito de la Arquidiócesis de Santiago, durante la homilía en la misa de cuerpo presente oficiada ayer en la Basílica Nuestra Señora de la Altagracia.

Catorce miembros de la Conferencia del Episcopado Dominicano, un centenar de sacerdotes y diáconos, presidieron la misa a la que también acudieron centenares de feligreses que tuvieron a monseñor Cedano como pastor y como amigo durante sus 52 años de servicio sacerdotal.

Monseñor De la Rosa, quien fuera amigo de toda la vida del prelado fallecido, contó que él y Cedano entraron juntos al seminario, en el año 1954. Señaló que la muerte es un hecho que “nos hace meditar, que nos puede enseñar mucho a todos y que la partida de monseñor Cedano es un acontecimiento local, que afecta a su diócesis; nacional, porque atañe a toda la Iglesia Católica dominicana, e internacional, porque trasciende las fronteras”.

Reconoció que el muy querido obispo tenía una familia sanguínea, que lo cuidó hasta el último momento de su vida, y una familia espiritual que forjó en las parroquias a las que sirvió, señalando, de manera especial, a la Parroquia El Buen Pastor desde donde, incluso, previo al día del sepelio, se trasladaron decenas de feligreses, además de los diáconos que participaron en la celebración eucarística.

Dijo que la última vez que vio al prelado le dijo que se pararía de esa cama, pero este le respondió: “Ramón, ya no. Ya llegó la hora”.

Al finalizar la homilía, habló, a nombre de la familia, el doctor Virgilio Cedano, quien agradeció la preocupación de los obispos y de todos los que amaron a monseñor Cedano, quienes se mantuvieron pendientes de su salud.

Recordó que su hermano fue tan humilde que en una ocasión viajaron juntos a Roma, y monseñor Cedano podía solicitar concelebrar misa con el Papa pero no lo hizo para permanecer, entre la multitud, junto a su familia. Pero alguien del Vaticano advirtió, por una cruz que llevaba puesta, que se trataba de un obispo y le invitaron a subir para la celebración.

Al finalizar la misa, oficiada por monseñor Nicanor Peña, los obispos y familiares de Cedano acompañaron sus restos hasta la cripta en la Basílica, donde ahora descansan.