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América Latina ¿El retorno de la derecha, o el surgimiento de la anti-política?

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Ricardo Pérez Fernández@Ricardoperezfde

La historia política de América Latina se escribe en ciclos. Los acontecimientos suscitados en olas han vestido con el traje de la homogeneidad política a esta región del mundo, al menos en cuanto a las fuerzas sociopolíticas que han ejercido el poder en las últimas décadas.

En los años 70, una mayoría de nuestros países se encontraba bajo el yugo opresor de las dictaduras militares, realidad a la que República Dominicana tampoco escapó, ya que si bien es cierto que el régimen de los 12 años del doctor Joaquín Balaguer no era una dictadura militar, este sin embargo, compartía las principales características de un gobierno autoritario.

Para la década de los 80, ya había cerrado el ciclo de las dictaduras militares, y en sustitución de estas, eran elegidos democráticamente a todo lo largo y ancho de nuestra región, gobiernos centro-izquierdistas que se adscribían a la doctrina de la Social Democracia. Aquí tampoco fuimos excepción, ya que entre 1978 y 1986, fue el Partido Revolucionario Dominicano, de agenda progresista, quien timoneó los destinos de la nación.

En los 90 hubo otro quebranto en lo referente a la orientación ideológica de las corrientes políticas que gobernaban nuestros países. En esta década la región dio un marcado giro hacia la derecha, y predominaron gobiernos que vindicaron la agenda Neoliberal sustentada por los postulados del Consenso de Washington. En esa, la última década del siglo XX, la República Dominicana tampoco rompería el patrón, puesto a que en ella gobernó nueva vez, un Joaquín Balaguer conservador y un Leonel Fernández, que aunque ejercía la presidencia con ideas progresistas, también implementó políticas acordes con la liberalización de la economía.

Como consecuencia directa de las dificultades que a nivel regional derivaron de las políticas socioeconómicas concebidas y aplicadas durante el dominio de los gobiernos de derecha, a finales de la década de los 90 y a través del primer decenio del siglo XXI, en América Latina emergió y se afianzó otro ciclo político, y este, venía protagonizado por el surgimiento de una nueva izquierda.

Sin embargo, justo cuando cierra el primer lustro de la segunda década de este siglo, varios resultados electorales, y algunas crisis políticas, empiezan a sugerir que podríamos encontrarnos ante otro punto de quiebre de un ciclo político, y que el paradigma político-ideológico de la región podría, nueva vez, cambiar de orientación.

Ya sea por razones económicas, como la Gran Recesión que ha provocado, entre otras cosas, la caída del precio de las materias primas exportadas por varios países de América Latina; o sea por problemáticas políticas de origen nacional, como sonoros casos de corrupción, se perciben los inicios de un movimiento telúrico, que sin embargo, aún plantea una importante interrogante. Si asumiéramos que, efectivamente, América Latina se encuentra en la antesala de un nuevo ciclo político, ¿sabríamos si se trata de un retorno de las corrientes político-ideológicas de la derecha, o si por primera vez, se trata del surgimiento de los representantes de la anti-política?

Un trimestre revolucionario En el trimestre comprendido entre septiembre y diciembre del año en curso, se han sucedido una serie de acontecimientos político-electorales que dan sustento a la pregunta que hemos formulado.

El 6 de septiembre se celebró la primera ronda de elecciones presidenciales en Guatemala, donde un comediante sin trayectoria política llamado Jimmy Morales, quedaba en primer lugar, y pasaba a una segunda vuelta electoral donde se enfrentaría a Sandra Torres de la UNE. El 25 de octubre, Jimmy Morales emergía como indiscutible ganador de la presidencia, al computársele el 65.48% de los votos en balotaje. Ese día se coronó la anti-política en Guatemala.

Ese mismo 25 de octubre que veía a un comediante ascender a la presidencia de su país, en Argentina también traería sus sorpresas, ya que contrario a lo que indicaban todas las encuestas, el candidato oficialista, Daniel Scioli, no logró una ventaja lo suficientemente amplia como para evitar una segunda ronda de votaciones que lo enfrentaría con el político y empresario Mauricio Macri. El 10 de diciembre, a las 12:00 a.m. este último juraba como presidente, y con él, retornaba la derecha al mando del gobierno argentino.

Cuatro días antes de que se invistiera Macri como presidente, al extremo norte de América del Sur, la derecha se anotaba otro triunfo importante, en las mismas entrañas del régimen de izquierda más pintoresco y simbólico, después de Cuba, que exista en América Latina: nos referimos a Venezuela, cuna de la Revolución Bolivariana, capital del Socialismo del Siglo XXI y creador del ALBA.

Cuando finalmente terminó el conteo de los votos de las elecciones a la Asamblea Nacional, los partidos integrantes de la Mesa de la Unidad Democrática habían logrado 112 asambleístas, para una mayoría calificada de dos terceras partes, dejando al partido oficialista y al Chavismo en una minoría de 55 diputados. Con esta decisiva victoria, igual en Venezuela, empezó a ganar terreno la derecha.

Pero este nuevo giro no solo se aprecia en resultados electorales. También dentro de este convulso trimestre, el 2 de diciembre, se daba noticias de que la cámara de diputados en Brasil autorizaba la apertura de un procedimiento de juicio político, contra la Presidenta Dilma Rousseff. Se recuerda que el Partido de los Trabajadores, primero con Luis Ignacio “Lula” Da Silva, y luego con Rouseff, ha sido, de esta última ola de gobiernos de izquierda, el más exitoso en sus objetivos progresistas. Sin embargo, a pesar de lo anterior, e indistintamente de que hace apenas un año la presidenta Rousseff logró la reelección presidencial, han iniciado formalmente, y con amplias posibilidades, los intentos de decapitación. Aún es prematuro prever cuáles actores, y de cuáles parcelas del espectro político-ideológico, serán los que saldrían gananciosos con la defenestración de este gobierno de izquierda.

Finalmente, en Ecuador, otro de los gobiernos más emblemáticos de la izquierda latinoamericana, encara dificultades. Se colige que la situación política por la que atraviesa Alianza País y el Presidente Correa, forzaron a este último a desistir de su intento de lograr la reelección indefinida, y por el momento, ha manifestado que, tal como lo indica un nuevo artículo transitorio en la constitución, no se presentará a las elecciones presidenciales de 2017. Aunque aquí tampoco podríamos afirmar que este proceso terminaría con la izquierda siendo desplazada por algún actor de derecha o de la anti-política, es más que evidente que un proyecto político que hace tan solo meses lucía imbatible, ya empieza a enfrentar reveses.

La ola va tomando cuerpo En una región con más de una veintena de Estados, bien podría calificarse como osado el pretender inferir, a partir de la realidad política de tan solo cinco países, que estamos ante el surgimiento de un nuevo ciclo político en América Latina. Pero esto sucedería si se vieran los acontecimientos de manera compartimentalizada, y no como una tendencia que se consolida y se expande, y que cual ola, va surgiendo hasta que encresta.

Cuando se extrae a Guatemala del análisis, vemos que son precisamente los gobiernos más representativos de la nueva izquierda latinoamericana los que se encuentran en las mayores dificultades, y esto es lo que sugiere que tal vez nos encontramos a las puertas de un cambio de paradigma en lo referente a las corrientes político-ideológicas que dominan la región. Si habría un resurgir de la derecha, o un descuello de la anti-política, resulta difícil de vaticinar, pero los hechos consumados, y los que se van perfilando a nivel regional, indican inequívocamente, que vivimos épocas de cambio y que el enrarecimiento de los panoramas electores, ha adquirido dimensión regional.

El autor es economista y politólogo

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