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SOBRE LAS TABLAS

Yanela Hernández y Xiomara Rodríguez, crecidas en escena con “Las vaginas son ateas”

La obra, escrita por la dramaturga y actriz puertorriqueña, Lily García Catalá, vuelve a las tablas los días 15, 16 y 17 de marzo en el bar del Teatro Nacional

Yanela Hernández y Xiomara Rodríguez protagoizan “Las vaginas son ateas”.

Yanela Hernández y Xiomara Rodríguez protagoizan “Las vaginas son ateas”.

Yanela Hernández y Xiomara Rodríguez quedan exentas de tener que demostrar sus respectivos talentos y fuerzas interpretativas. 

Los más de 30 años haciendo teatro de ambas, sus trabajos bien valorados por público y crítica y ese respeto que exhiben por sus carreras como actrices, las hacen merecedoras de un lugar muy especial en el panorama artístico local.

En esta obra, que se presenta de nuevo este fin de semana, las actrices dan vida a Julia y a Marisó, dos amigas de toda la vida, con formas distintas de ver la vida, de asumir la religión y la sexualidad, en la comedia de contenido social, “Las vaginas son ateas”, una producción de Raúl Méndez, escrita por la actriz y dramaturga puertorriqueña, Lily García Catalá, con la dirección de Elvira Taveras.

Yanela y Xiomara se despojan de prejuicios. Obedecen, con picardía, a un texto irreverente. Salen a flote, con maestría, cuando les corresponde plantear temas tabúes, en lo que, ni siquiera el buen tacto es capaz de salir ileso, so pena de ser excomulgadas por una turba pía y reaccionaria que pudiera sentirse atacada por sus planteamientos.

Julia es una mujer casada, acosada por el machismo de un esposo que ha perdido el interés sexual hacia ella, dadas las trabas mentales y “morales” con las que fue formada, las mismas que la impidieron disfrutar una sexualidad libre, en la que imperó más la doctrina católica, que la propia razón o el pensamiento crítico.

Marisó, irónicamente, eligió una vida vocacional religiosa, sin que esa condición permeara en su espíritu rebelde, divertido y el más contestatario ante las disposiciones que históricamente han tratado de regir las vidas de quienes se amparan a una religión determinada, quedando impedidos de emitir juicios de valor, de oponerse a dogmas preestablecidos o subyugarse ante lo que les dictan jerarcas eclesiásticos que muchas veces, no siempre, llevan una doble vida muy distante de lo que predican.

Entre risas, las actrices logran que el público se cuestione y, de paso, cuestione doctrinas impositivas que durante siglo se han enmarcado en las mentes de millones de personas, sin que nadie tome una pausa y reflexione acerca de lo que es en verdad pecado.

En “Las vaginas son ateas” el público acude a una especie de charla sexual y moral en clave de comedia, en la que se desmoronan, como si de castillos de naipes se tratase, infinidad de mitos.

La puesta en escena, de estructura sencilla, minimalista: apenas un banco en un “parque cualquiera”, adonde acuden las dos amigas a “confesarse mutuamente”, es una creación de la producción y la dirección (Raúl Méndez y Elvira Taveras) y, sin embargo, una apuesta arriesgada de interacción entre personajes y público y la confirmación del calibre de las dos actrices protagonistas de esta historia.

Esto es teatro del bueno, de ése en el que los sentidos se ejercitan de forma constante dada la amalgama de sentimientos que confluyen en los más de 60 minutos de presentación, contando con un hilo conductor a dos cuerpos que se expresan cónsonos e histriónicos, bajo el manto y el amparo de un texto atemporal, inteligente y entretenido.

La reposición de la obra está pautada para los días viernes 15, sábado 16 y domingo 17 de marzo en el Bar Juan Lockward del Teatro Nacional.

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