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Silvio Rodríguez: el joven soldado que empuñó la guitarra como fusil y no da tiempo "para la espera"

Silvio Rodríguez ha debido remar con igual pasión en dos orillas: a un lado su música; al otro, su accionar político, que lo ha desenmarcado de la imagen de rebelde que muchos construyeron alrededor de él en los años 70 y que mejor no tocar para mantener la canción como su mayor gloria.

Hoy, a los 73 años de vida y con la carga a sus espaldas de un primer disco referente clásico de amor del calibre de "Días y Flores" (1975), acaba de sacar a la luz "Para la espera” (2020).

Se trata de su regreso a un formato absolutamente solitario donde no solamente es el compositor de los 13 temas del álbum, canta y se acompaña con la guitarra, sino que también interpreta el bajo, la percusión y hace las segundas voces.

Como en sus discos esenciales, "Para la espera" tiene en la guitarra su hilo conductor. La guitarra, la genuina intérprete de sus sentimientos, llegó a su vida como un amor prohibido que aumenta su intensidad en medio de un terreno hostil.

+ La guitarra, compañera inseparable

Aunque la percusión y el piano fueron los primeros instrumentos que sus manos acariciaron, encontró en la guitarra su identidad. Aprendió a tocarla a escondidas mientras hacía el servicio militar obligatorio, a partir de 1964.

"Yo no pensaba dedicarme a cantar. Yo empecé a hacer canciones porque me gustaba la música, tenía una guitarra y estaba muy aburrido en el Ejército", comenta en el documental "Ojalá" (2013), del cineasta Nico García.

Cuando sus compañeros en el Ejército se acostaban "yo cogía mi guitarra, me deslizaba sin zapatos, para que no me oyeran, por una ventana... era toda una operación de concentración, y luego deslizarme, pasar algunas postas (obstáculos) e irme a dos o tres kilómetros de distancia a tocar la guitarra".

Desde entonces la guitarra del joven soldado fue su arma de reglamento para el resto de su vida.

Cuando se desmovilizó del Ejército regresó a su casa por poco tiempo porque el mundo y la música le esperaban ansiosos.

+ La nueva trova

Entre los años 1967 a 1969 empezó difundirse en Cuba un tipo de canciones que luego se conocería como la nueva trova.

El programa "Mientras Tanto", a través de la televisión cubana, fue un canal clave para la difusión de esas canciones. Y ahí estuvo Silvio y esa tristeza o nostalgia propia del sonido de la guitarra.

"Yo me desmovilicé el 12 de junio 1967 y debuté el martes 13 de junio de 1967. Un poquito violento salir del Ejército y el otro paso darlo ante las cámaras de la televisión", recuerda en el documental "Ojalá".

En esa aventura propia de la juventud, a finales del 1969 se embarcó en el pesquero Playa Girón, en el que pasó más de cuatro meses y donde nacieron más de 60 canciones que resultarían su gran pesca.

Traspasó las fronteras cubanas como estandarte humano de las ansias de libertad que se sentía en los países de la región, incluyendo República Dominicana.

En Santo Domingo y otras ciudades dominicanas sus canciones comenzaron a circular entre la clandestinidad, en medio del temor a represalias del gobierno de entonces, de Joaquín Balaguer. Sus huellas quedaron imborrables en aquel Primer Encuentro Internacional de la Nueva Canción: "Siete Días con el Pueblo", que se realizó del 25 al 29 de noviembre de 1974 en el Palacio de los Deportes y del 30 de noviembre al 1 de diciembre en el Estadio Olímpico. Aquí estuvieron también Víctor Manuel, Ana Belén, Los Guaraguao, Mercedes Sosa, Danny Rivera, Francesc Pi de la Serra...

Silvio y sus compatriotas venían a romper esquemas en la música, afianzando lo que se denominó nueva trova cubana, que enarbolaba una canción matizada por la poesía y el compromiso social de sus autores.

El 18 de febrero de 1968 "ya estábamos reunidos en Casa de las Américas Pablo, Noel, Vicente, Martín, Eduardo, haciendo conciertos y ya éramos una corriente, éramos la nueva trova surgiendo".

El movimiento cubano coincidió con la denominada "canción protesta" que para la misma época registró un acentuado crecimiento en España, donde se vivía una represión política ejercida por la dictadura de Francisco Franco, que terminó en 1975.

El patriotismo infundado por Fidel Castro y la agitación política mundial como la guerra de Vietnam, la guerra fría entre comunistas y capitalistas o el golpe de estado en 1973 de Augusto Pinochet contra Salvador Allende en Chile fueron alicientes para que los cantautores cubanos tomaran posiciones radicales, a los pies de su comandante.

"Las perspectivas que teníamos nosotros como jóvenes es que había que hacerse mitad lo que uno fuera y mitad soldado", relata Silvio.

Esa mitad soldado lo llevó a los frentes de combate en Angola, como parte de la "Operación Carlota", la misión militar de Cuba que participó en lucha por la independencia de ese país africano, a mediados de los años 70.

"Fusil contra fusil", "El unicornio", "Santiago de Chile", "Te doy una canción" y otras eran cantadas a grito en las peñas y universidades, aunque prohibidas por muchos regímenes latinoamericanos.

Su repertorio se fue engrosando y ganando reconocimiento: "La maza", "La guitarra del joven soldado", "Debo partirme en dos", "Oleo de mujer con sombrero", Rabo de nube", "El necio"...

Sus canciones se fueron convirtiendo en emblemáticas, todas unidas umbilicalmente por el sonido de la guitarra.

De esa mancuerna surgió la inolvidable "Canción del elegido", que data de 1968 (aunque grabada diez años después), "una historia que tiene que ver con el curso de la vía láctea; es una historia enterrada, es sobre un ser de la nada...".

Precisamente "Canción del elegido" formó parte de su segundo disco oficial, "Al final de este viaje", lanzado en 1978 y que incluye algunas de sus primeras canciones, como "La era está pariendo un corazón" y "Ojalá", la expresión más amplificada de su poesía cantada.

"Ojalá se la compuse a Emilia Sánchez, una amiga, que es filóloga de Camaguey amiga de toda la vida, había sido novia mía cuando yo estaba en el Ejército, a los 18 años, cinco años después le escribí esta canción", recuerda.

Medio siglo después de encontrarse un tesoro, la guitarra sigue siendo su compañera inseparable y junto a ella renueva la canción de siempre en este nuevo disco, titulado "Para la espera".

En cada una de esas nuevas 13 canciones se va de viaje por sus propios mundos en los que da vida a la muerte, revive el amor de las noches sin fin y detiene su tren de recuerdos. "No quiero exceso de bondad al hacer mi conteo atrás", canta en "Conteo atrás".

La selección sigue un patrón distintivo en su discografía de solo voz y guitarra y que rememoran "Al final de este viaje" (1978), "Mujeres", (1978), "Silvio" (1992), "Rodríguez" (1994), "Descartes" (1998)...

"Danzón para la espera", "Si Lucifer volviera al paraíso", "Noche sin fin y mar" y "Jugábamos a Dios" son las mejores canciones del nuevo disco (y esto sí que es subjetivo porque los gustos son muy personales). Ah, Modo frigio" y "Aunque no quiero, veo que me alejo" tienen un especial encanto sonoro.

"Danzón para la espera" rompe la curva introspectiva del disco y baila entre las mejores composiciones del álbum.

“Empecé a hacerla cuando los Cinco (se refiere a los espías cubanos arrestados en 1998 en Estados Unidos y condenados por espionaje) todavía estaban presos. Yo quería hacer una canción sobre eso, pero a veces a esos temas tan obviamente políticos es difícil acercarse de una manera que no sea… vulgar", contó a la periodista cubana Mónica Rivero para el blog del artista, Segunda Cita.

Luego agrega: "Pero siempre le quedó esa aureola de esperanza; así que la retomé ahora con lo que estamos viviendo y el hecho de que todo el mundo esté esperando y esperando”.

A mitad del disco está "Si Lucifer volviera al paraíso", que refleja esa eterna lucha interna del hombre entre el bien y el mal y que el cantautor magistralmente plasma.

“A mí siempre me fascinó esa historia de que Lucifer había sido un ángel. Tú me dices que lo más malo que hay... había sido un ángel, ¡¿fue ángel?!”, dice Silvio a Mónica Rivero con la intensidad de quien pronuncia una mala palabra.

¿Por qué te fascinó?, le preguntó. Su respuesta: "Descubrir que el símbolo del mal, Lucifer (portador de la luz), fue primero uno de los arcángeles de Dios; esto, y el hecho de que después adoptara el nombre de Satán (oponente o adversario), me hizo pensar que este tema crucial de la cultura cristiana —que en diversos sentidos heredamos— viene de una diferencia de opiniones, de un hijo que se rebela a los preceptos paternos, de un hecho generacional. Ese es un tema. Que no se detiene ahí, porque continúa con la posibilidad de que el supuesto diablo de tiempos gloriosos ya no sea tal sino más bien ‘un pobre diablo’ del que algunos hacen mofa. Pasa en la vida en muy diferentes direcciones, sobre todo a quienes tienen la costumbre de alardear, de lo que sea".

La producción musical tiene 10 temas inéditos y tres temas divulgados en años anteriores: "Jugábamos a Dios" (2010) para los créditos del film "Afinidades", dirigido por Jorge Perugorría y Vladimir Cruz; "Viene la cosa" (2016), interpretada en múltiples conciertos en barrios de La Habana, y "Noche sin fin y mar" (2017), dedicada a su amigo Eduardo Aute, quien murió el pasado 4 de abril.

Silvio dedicó este trabajo a la memoria de varios amigos, "excelentes creadores que el mundo ha perdido" en el último año.

Además de Aute, otro fue el argentino Alberto Cortez (murió el 4 de abril de 2019), a quien recordó en “Modo frigio”, por la fuerza dramática que contiene.

“Cuando la estaba escribiendo me pareció que podía haber sido una canción de Alberto Cortez. Estuve esperando a verlo para mostrársela, pero no me dio tiempo, de pronto se había ido”, expresa.

Cortez, agrega, era un perfecto animal de escena y él quería verlo para decirle: ‘Coño, hice una canción como las tuyas’, pero murió y no pude decírselo, no la pudo conocer”.

"La adivinanza", "Aunque no quiero, veo que me alejo", "Viene la cosa", "Una sombra", "Los aliviadores", "Después de vivir" y el instrumental "Página final" completan la placa.

En general el disco, según sus palabras, está hecho de canciones que, aunque haya sentimientos afines, son muy distintas entre sí.

"Eso es algo que me complace. Eso y que no hay violencia. Son canciones introspectivas, suavecitas; aunque nunca me gustaron las canciones bonitas… No las persigo, ni las odio tampoco, pero desconfío un poco de lo bonito, por principio”, comenta para su blog Segunda Cita.

Al final lo más importante: sus canciones, aunque llenas de una bienaventurada tristeza, nostalgia o melancolía, ayudan a lograr la felicidad, ese estado del alma que es alimentado por puntuales momentos, entre ellas una canción.