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Terapia a la carta versus menú del día

Ya comentamos hace meses que las edades extremas (infancia o vejez), el estrés ambiental y mocional, la malnutrición, ciertas enfermedades infecciosas, alteraciones genéticas y metabólicas, cirugías y algunos fármacos son las causas más comunes que se asocian a un mal funcionamiento de nuestro sistema inmunitario. A su vez, este hecho implica una mayor facilidad para la adquisición de otras enfermedades, entre las que se encuentra el cáncer. Los grandes descubrimientos en cáncer en estos últimos años están ligados a los avances en inmunoterapia. Y especialmente tiene sentido potenciar nuestras propias defensas cuando la enfermedad tumoral todavía no está excesivamente extendida, no se asocia a una mala función de nuestros órganos vitales y a un desequilibrio inmunológico severo. El objetivo final es poder detectar al “alien” tumoral y erradicarlo de cuajo. Mediante la inmunomodulación, se puede participar en las señales de comunicación intercelular y potenciar la activación de nuestro monstruo inmunológico, a la par que se bloquean los frenos inmunitarios. Esto se hace actualmente mediante anticuerpos monoclonales, que reconocen la diana en la superficie celular (del tumor ó del linfocito) y se unen a ella para desencadenar acciones biológicas concretas. Mediante la terapia celular pretendemos activar in vivo el sistema inmune e inducirlo a generar una mayor y más eficiente respuesta mediante la utilización de vacunas. Las vacunas que empleamos en cáncer, a diferencia de las empleadas para infecciones, tienen una intención fundamentalmente terapéutica, son menos inmunogénas y la diana frente a la que van dirigida no siempre es conocida. Necesitamos saber más. Actualmente elaboramos vacunas autólogas individualizadas con células dendríticas para cáncer de mama.

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