TRIPLE TEAM
La violencia se apodera de nuevo del baloncesto
Los lamentables incidentes que se presentaron en el fin de semana en Puerto Plata, Santiago y el Distrito Nacional no son más que un reflejo, en el espejo del baloncesto, de la violencia que afecta todos los estamentos del país. Primero en el inicio de la serie final del torneo juvenil de Puerto Plata salieron a relucir, inclusive, armas de fuego que fueron utilizadas para disipar un gran pleito. Luego el viernes, Huellas del Siglo y Villa Francisca terminaron “como la fiesta de los monos” cuando una reyerta entre jugadores fue intervenida por fanáticos con un saldo de personas heridas y uso de la fuerza pública. Y para rematar el fin de semana trágico para el basket, el jugador Garibaldy Rodríguez, tras ser expulsado del partido entre Sameji y Pueblo Nuevo, agredió al árbitro Raúl García, a lo que se sumó las actitudes beligerantes del presidente de Pueblo Nuevo, Carlos Mejía y una de sus hijas. Triste es el panorama que se pinta tras esos acontecimientos, pero que siempre han estado presentes en la historia reciente del baloncesto. Aunque sin tratar de justificar ni mucho menos estos actos deleznables, el basket dominicano ha estado siempre matizado por este tipo de pleitos. Se recuerda que en 1977 el torneo superior del Distrito Nacional fue declarado desierto tras un enfrentamiento entre jugadores de los clubes de Naco y San Lázaro. Sin embargo, pocos meses después fueron algunos de los principales jugadores de esos equipos (Eduardo Gómez, Hugo Cabrera, Héctor Báez, Frank Prats) los que llevaron a la selección nacional a conquistar la medalla de oro en el Centrobasket celebrado en Panamá. Esto quiere decir que, por más que parezcan insalvables las diferencias, siempre se puede encontrar una solución. Sin embargo, también hay que poner “mano dura” para que no se repitan esos hechos que ya se van haciendo muy frecuentes en el basket dominicano. El año pasado, en el mismo torneo de Santiago, hubo que suspender por el resto del certamen a Marlon Martínez por pelear con un fanático, mientras que en la Lidoba se tuvo que jugar un partido de la final del Circuito Norte, precisamente en Santiago, entre La Vega y San Francisco de Macorís al producirse un mayúsculo incidente en uno de los encuentros anteriores. Ahora se producirán los “candados después de que nos roban”. Suspensiones de equipos, jugadores y dirigentes serán la solución momentánea. Pero a largo plazo las causas del mal quedarán intactas. Falta de seguridad en las instalaciones donde se presentan los torneos, un afán desmedido por defender a mi equipo “cueste lo que cueste” y una falta de formación, de educación, de buenas maneras. Ya que los gobiernos no han educado al pueblo, ¿podrán hacerlo las federaciones y asociaciones deportivas?