Reflexiones del director
Entre aguas agitadas y tormentosas
A punto de terminar un año que ha estremecido las bases de la prensa tradicional, me convenzo más de que nos encontramos en un punto crucial de la evolución del periodismo.
Las aguas por las que navegamos no solo están agitadas, sino que amenazan con volverse tormentosas.
¿Las causas?
Un modelo económico que ya no basta para sostenernos, la irrupción de creadores de contenido que captan audiencias con rapidez y, lo más preocupante, una crisis de confianza que mina la credibilidad de los medios.
Los actuales y futuros periodistas tenemos que enfrentar esta realidad con una mezcla de valentía, creatividad y ética inquebrantable.
Aunque parezca sorprendente lo que voy a decir, creo que algo debemos “aprender” de nuestros competidores, los creadores de contenido.
Ellos han sabido cómo conectar con audiencias más jóvenes, cómo narrar de forma atractiva y cómo moverse en un ecosistema digital.
Ojo: no basta con ser virales, debemos ser veraces.
El fenómeno de la desinformación nos plantea otro gran desafío.
En un mundo donde las noticias falsas se viralizan con la misma facilidad que los memes, el público necesita más que nunca profesionales comprometidos con la verdad.
Nuestra labor no es competir en el ruido, sino destacar por nuestra precisión y profundidad.
La polarización política es otra amenaza.
Los ataques a la prensa, las acusaciones de parcialidad y la percepción de que algunos medios no son transparentes son serios golpes a nuestra reputación.
Los periodistas debemos asumir la responsabilidad de trabajar con independencia y ética, conscientes de que cada noticia que publiquemos puede reforzar o debilitar la confianza del público en los medios.
Además, no podemos ignorar el fenómeno de la evasión de noticias.
Hay un segmento de la audiencia que simplemente ha decidido desconectarse, cansado del negativismo o la sobrecarga informativa.
La solución no es simplificar la información, sino ofrecer narrativas humanas, contextos claros y soluciones posibles.
Frente a estos desafíos, mi invitación a los periodistas es clara: sean rigurosos, sean valientes y, sobre todo, sean innovadores.
Y no olvidar algo que he dicho a menudo en estas Reflexiones: la credibilidad no se improvisa; se construye con cada palabra publicada y con cada decisión ética que tomemos.