El referendo abre los caminos del consenso
El país tiene una vieja cuenta pendiente con su democracia, y ya es tiempo de que la salde.
Nos referimos a más de una docena de leyes que consagró la Constitución del 2010, entre ellas las que habilitan las figuras de los referéndums consultivos y plebiscitos.
Dos de los mecanismos más fiables que permiten dar al pueblo el verdadero poder soberano para decidir reformas constitucionales y de otra índole, cruciales para robustecer el estado de derecho.
La Fundación Institucionalidad y Justicia ha llamado la atención sobre este rezago constitucional en el momento en que el país más lo necesita.
La democracia dominicana se expone a un desvanecimiento, si persiste un clima de apatía o desconfianza frente al sufragio en las elecciones, o si sigue careciendo de los robustos mecanismos de participación ciudadana que representan el referéndum o el plebiscito.
Ahora se siente la necesidad de habilitarlos para que brinden una plataforma de mayor legitimidad y necesidad a las reformas estructurales que se propone impulsar el gobierno.
Las reformas fiscal, constitucional, laboral y de seguridad social, entrañan cambios profundos que habrán de repercutir sobre el futuro de los ciudadanos, impactando sus niveles de vida y sus expectativas de bienestar.
La mejor forma de consensuar la aceptación popular o general a estas reformas es a través de un referéndum o plebiscito, tanto si es para una cuestión de importancia nacional, como regional o municipal.
Pero es necesario que las bases o requisitos para aplicarlos sean aprobadas por el Congreso mediante las leyes de rigor.
De ese modo, el Presidente de la República o el Congreso, a través de una iniciativa ciudadana con un amplio apoyo, podrían convocar a estas consultas democráticas directas.
Estas herramientas son muy valiosas para oxigenar y revitalizar nuestra democracia.
Pero, más que nada, para crear y fortalecer la cultura de los consensos en momentos en que la sociedad, dividida políticamente, necesita minimizar sus desacuerdos y marchar a la misma cadencia en los planes de progreso y bienestar.