Los riesgos de la concentración del poder

Al saber que los resultados electorales le daban a su partido el control casi absoluto del Estado, el presidente Abinader hizo la solemne promesa de usar ese poder “con mucha prudencia, siempre con el consenso”.

Su intención, según dijo, es promover reformas estructurales cruciales con los sectores políticos y de la sociedad civil, bajo una especie de nuevo pacto para el desarrollo.

Tomémosle la palabra al Presidente, para velar porque la cumpla bajo el espíritu de fortalecer la democracia y ampliar el clima de bienestar general.

Si se mantiene apegado a esta línea, estará mejor blindado para no ceder a las tentaciones que pudieran aflorar de esa concentración de poder, como la de usar su mayoría legislativa y municipal para imponer políticas unilateralmente.

La premisa de que las democracias mueren por concentración del poder funciona tan perfectamente como su lado inverso, es decir, cuando el poder se diluye por vía de la ilegitimidad de sus acciones.

Ahora que se han evidenciado dos experiencias electorales de alta abstención, reflejo de lo que pudiera ser un desgano real ante el modelo de democracia existente, cobra más valor e importancia la promesa del Presidente.

Sobre sus hombros no sólo cargará con las responsabilidades propias de decisiones que tome en función del consenso, sino la de ser un guardián de una democracia en reconstrucción.

Eso sería, frente a la historia, su legado más relevante: detener el vaciamiento de la democracia, ante cualquiera de las dos fuentes que la erosionan, manteniendo a capa y espada una conexión con la sociedad por vía de los consensos.

Siempre aparecerán quienes le susurren al oído que, con el nivel de mando omnipotente que ha recibido, puede ahorrarse el deber de ser transparente y no rendir cuentas al país sobre sus decisiones.

Esto es lo que suelen hacer los dictadores o los exponentes de las nuevas “democracias autoritarias” surgidas a partir de victorias electorales contundentes, como la de Bukele en El Salvador, que se ufana en considerarse un “dictador cool”.

La propensión a la censura de la prensa y de los libres opinantes en una sociedad es una de las irresistibles tentaciones en las que fácilmente puede caer un gobernante con alta concentración de poder en sus manos.

La capacidad de asimilar y permitir las críticas es una cualidad de los presidentes auténticamente democráticos, lo mismo que gobernar con el consenso, como ha prometido Abinader.

Así es que lo querrá la sociedad al iniciar su nuevo mandato, defendiendo una democracia madura y funcional que hemos tenido por más de seis décadas, después de decapitar a un tirano duro que pensó que su poder y su gloria serían eternos.