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La decencia agoniza

Si la decencia no está muerta, por lo menos agoniza ante los ojos impasibles de la sociedad.

Sus principales indicadores están de capa caída, aplastados gradualmente por un conjunto de conductas, expresiones e irrespetos que nos han hundido en el “descalabro moral”, ya denunciado por la iglesia.

Los valores de la decencia son aquellos que modelan las buenas costumbres, promoviendo la honestidad, la dignidad humana, el pudor, la moralidad y el respeto al honor de las personas, a las leyes y a las normas que cincelan la sociedad civilizada.

Una nueva cultura del libertinaje gravita sobre todos los espacios en los que la decencia era el paradigma, nublándolos.

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 La decencia agoniza


Bajo esa cultura, el vituperio, los modales y expresiones groseras, el bullying, la perversidad y el desenfreno sexual visibilizado se imponen sobre los valores de la decencia, en cualquiera de las esferas de la vida dominicana.

Las reglas de la cortesía han sido suplantadas allí donde el ceder espacio a la mujer, a los niños y los mayores, a respetar el disenso o las diferencias con los demás, constituían antes una práctica generalizada.

Los malos comportamientos de hijos o alumnos con sus padres o maestros, los irrespetos, burlas o violencia contra la autoridad, la falta de modestia para aceptar los valores de la sobriedad y la sencillez, hacen olas en la actualidad.

Los espacios de comunicación en algunas plataformas y redes muestran cada día este declive moral, donde la frivolidad, la banalidad y las expresiones soeces se convierten en el ruido omnipresente y distintivo de esta nueva “cultura”.

Exhibir las partes íntimas del cuerpo, sean de hombres o mujeres, son acicate para la lujuria y las obscenidades que ya se han normalizado inclusive entre aquellos que pretenden ser “figuras” o “influencers” de la comunicación.

En el afán de exhibir fama y fortuna, muchos lo logran prestándose a actos delictivos, ilícitos o reprobables, y entonces se convierten en los “modelos” a seguir tanto en la farándula como en la política.

Vamos por mal camino. La decencia muere. Y lo peor es que ni siquiera deudos podrá dejar.