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Reflexiones del director

La prensa escrita se invisibiliza

En una misma semana anduve paseando por las grandes avenidas de tres ciudades europeas, Madrid, Berlín y Viena, y no vi, como antes, los grandes y atractivos kioskos de revistas y periódicos.

Para mi, este es un signo bastante inconfundible de una realidad que nos golpea: la acelerada invisibilidad de los medios escritos en soporte papel.

Esto es una consecuencia de la sostenida reducción de su circulación, fruto a su vez de una merma de la publicidad y de las suscripciones.

El año pasado pude percatarme de la gravedad del fenómeno, también estando en esas mismas capitales.

No sólo por las noticias que daban cuenta de la transformación de periódicos impresos en digitales, sino también por la escasa exhibición de ejemplares en papel en los estantillos que antes eran sus altares en las vías públicas.

En un vuelo de Viena a Madrid, solo un pasajero, un lector tradicional que lo delataban sus canas, leía el diario más antiguo de Austria, que cerró sus ediciones de más de 130 años a los pocos días.

Esta vez, en un vuelo entre Berlín y Viena, sólo encontré un ejemplar del Tagesspiegel que el lector dejó entre los desperdicios de su bolsa de asiento y lo recuperé para mi colección de reliquias de icónicos medios europeos.

En esta especie de entrada forzosa a una burbuja de clandestinidad, los periódicos impresos luchan por esquivarla a través de un triple esfuerzo.

Primero, mediante la sustentación financiera, luego con una mayor calidad y profundidad de sus contenidos en medio de tantas informaciones falsas, manipuladas o inexactas, y creando nuevos nichos de usuarios más perdurables.

La primera respuesta ha sido la de transmitir su legado, vale decir, su mejor herencia, a sus versiones digitales, mostrando sus originales diseños impresos que todavía viven en la memoria de sus antiguos usuarios.

Es un modelo híbrido que permite combinar armoniosamente los formatos de noticias digitales con los contenidos de análisis, reportajes y otros productos del llamado “periodismo lento”.

Esto sí que los está ayudando a amortiguar y dejar de perder menos por los efectos de la digitalización.

Aunque no se visibilicen en los kioskos o en las salas de espera de aeropuertos y otros lugares donde acude el público, la huella centenaria de esos medios, cargados de historia, sigue algo viva en las plataformas digitales.

Y esto, por el momento, les garantiza que no ha llegado todavía la hora del réquiem y de que aún quedan espacios, si se cultivan apropiadamente, para que las versiones impresas preserven las esencias de un periodismo profesional y de calidad, que poco a poco se ha ido perdiendo en las espirales del ecosistema digital, cada vez más cambiante.

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