Al borde de la conflagración

Al estallar la guerra devastadora entre Israel y el grupo islámico Hamás, que tiene su enclave en Gaza, Palestina, la expectativa de una conflagración ensombrece al mundo.

Al intervenir Irán, las guerrillas libanesas Hezbollah y Turquía, por un lado, y los Estados Unidos, por el otro, el escenario queda preparado para el envolvimiento directo de otros países en este conflicto.

No tardará mucho para que algunos aliados del Estado de Palestina, como Afganistán, Siria y Catar, se alineen bélicamente en apoyo a las milicias, sumiendo al Medio Oriente en el torbellino de una guerra de mayor escala.

La inestabilidad que ya ha producido la guerra ruso-ucraniana, con el ostensible descalabro del mundo bipolar, más la lucha abierta entre China y Estados Unidos por la supremacía en la naciente multipolaridad, añaden más chispas a la conflagración.

Ya África, donde ocho países libran inacabables conflictos entre sí, entra en el mapa de calor que avienta más el camino de la guerra, porque también en ese escenario se mueven las influencias de varias potencias.

Kosovo y Serbia, enfrascados de nuevo en una lucha por la soberanía, no se quedan atrás, convirtiéndose en otro serio desafío.

¿Qué instancia podría espantar el fantasma de una guerra mundial?

Los cinco países con poder de veto como miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, están hoy comprometidos con los bandos en conflicto.

No hay, a la vista, una fuente poderosa de neutralidad a la que el mundo pueda recurrir para evitar el abrasador incendio de la pradera planetaria.

Al estar la ONU dominada y dividida por los principales actores, directos o indirectos de estas confrontaciones, difícilmente la paloma de la paz, que otras veces pudo volar bajo sus alas, aparezca pronto para evitar este apocalíptico futuro.