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“Fe de erratas”, cuando sí y cuando no

Las notas que hacen constar un error involuntario, llamadas “fe de erratas”, son muy usuales en los periódicos.

Como los diarios impresos se asemejan, en volumen de palabras, a cualquier libro, la posibilidad de errores, datos incorrectos o equivocaciones, es siempre factible.

Por más cuidado que ponen los editores, correctores de estilo o redactores, los riesgos de gazapos son amplios y, a la vez, penosos para los que involuntariamente fueron responsables del yerro o para quienes resultaron afectados.

Las “fe de erratas o de errores” vienen a ser un ejercicio de honestidad que los diarios, con mucho gusto, lo hacen, para reafirmar su apego a la verdad.

De tan frecuentes que son, el The New York Times solía publicar sus “fe de erratas” o “fe de errores” en las portadas, pero con tipos de letras más pequeñas que las usuales en la parte inferior de la página.

FE DE ERRATAS, CUANDO SI Y CUANDO NO Video

FE DE ERRATAS, CUANDO SI Y CUANDO NO


Una vez, en 1968, el Listín Diario publicó una noticia que daba cuenta de la muerte de un ciudadano, con nombres y apellidos tan comunes que muchos, con igual identidad, podrían considerarse “aludidos”.

En efecto, uno de esos “aludidos” llegó bastante enojado a la sede del Listín con el ejemplar de ese día, reclamando ver al director o el subdirector para quejarse del “perjudicial” anuncio de su muerte.

Don Francisco Comarazamy, el subdirector, con su inalterable calma hindú, lo recibió.

El individuo, exasperado y levantando la voz, se quejó de que el Listín lo había matado. Y exigía que se aclarara el asunto inmediatamente, so pena de una demanda judicial.

Comarazamy, más enérgico entonces, sorprendió al “aludido”, diciéndole: ¿Pero qué es lo que usted pretende? ¿Que digamos que usted no murió? Pues váyase tranquilo porque el primero que sabe que está vivo es usted. Confórmese con eso”.

Este episodio es casi exactamente el mismo que relató el expresidente Rafael Caldera, de Venezuela, en la 51 asamblea general de la Sociedad Interamericana de Prensa en Caracas, en 1995.

Le ocurrió al Times, de Londres, al publicar el obituario del nombrado John White, de 64 años.

Un fulano llamado igual se presentó airado a reclamar que le explicaran por qué el periódico lo había dado por muerto cuando estaba perfectamente vivo.

“Le respondieron: Señor, lamentamos mucho decirle que si el Times dijo que usted murió, usted está muerto”.

No obstante, para evitar exponerse a una severa o costosa acción judicial, el Times resolvió el incidente de la manera más peculiar al día siguiente.

En una de sus secciones publicó esto: “Nacimientos: John White, 64 años”.

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