editorial
¿Volver atrás?
Mientras el mundo avanza en forma trepidante hacia los niveles más altos de automatización tecnológica, resulta inaceptable que el analfabetismo esté creciendo en el país.
Que jóvenes menores de 30 años no sepan leer ni escribir y que, en contraposición, los estudiantes que “saben” tampoco tengan las destrezas elementales para realizar una operación matemática o escribir un párrafo coherente, es todavía más grave.
Se han hecho esfuerzos en las últimas décadas para reducir el analfabetismo, incorporando modelos pedagógicos avanzados.
Pero el golpe de la pandemia, agravado por la práctica consuetudinaria e inexplicable de las autoridades gubernamentales de abandonar los proyectos y obras sin terminar, ha malogrado estos nobles empeños.
El pacto por una educación de calidad firmado por autoridades, líderes de partidos y entidades cívicas, ha servido de poco para superar las rémoras de la cuestionable calidad educativa y asumir con coherencia y voluntad este desafío nacional.
Tampoco han servido de mucho los cuantiosos recursos presupuestales que se han asignado al Ministerio de Educación para encarar con eficacia la labor de vencer el analfabetismo.
Ahora que los estudios dicen claramente que creció el número de iletrados en los últimos tres años, se impone que la sociedad dominicana estructure un programa y medios para que se detenga esa tendencia, porque de seguir, hundirá al país en la ignorancia y la oscuridad.
No hay tiempo que perder.
La educación es la inversión más rentable que puede hacer un país, pero ello solo se justifica si hay resultados tangibles en la formación de maestros y en la graduación de alumnos que aprovecharon las aulas, no que las aulas pasaron volando sobre sus cabezas.