¡Rescatada!

La sociedad quedó sobrecogida tras la noticia de que una recién nacida había sido raptada en una maternidad.

No era para menos.

¿Cómo es posible que pudiera ocurrir un acto tan salvaje, inhumano y dañino para esa infante, sus padres y la colectividad?

Con su capacidad de investigación y presteza, la Policía Nacional siguió el rastro del robo, persiguió y detuvo a la mujer que tenía a la criatura oculta en Nagua.

La recuperación y entrega de la niñita a sus padres, devuelve tranquilidad a una familia y a una sociedad que la había perdido.

Este hecho criminal permite sacar lecciones.

La primera es que tanto las autoridades como los familiares de personas vulnerables, deben adoptar medidas puntuales contra estos riesgos.

En el caso de los recién nacidos, es imperdonable que los ejecutivos de hospitales y clínicas no adopten controles efectivos para evitar este tipo de sustracción.

A cada infante que nace se le coloca un brazalete para identificar a su madre.

Pero se necesitaría que ese mismo dispositivo sea a la vez un localizador, para fines de monitoreo.

Esa herramienta permite un control estricto de registro en las puertas de salida para frustrar cualquier intento de rapto.

Aquí hay requisitos puntuales para evitar que un padre o una madre, pueda sacar del país a un menor sin el consentimiento escrito de la pareja.

Esa experiencia debe servir para impedir que un particular pueda llevarse a un infante de un hospital, burlando a padres y autoridades.

En el caso de la Policía, que ahora se anota un punto favorable por su capacidad de reacción, debe completar su trabajo con una exhaustiva investigación junto a los fiscales para atrapar a todos los que operaron en este rapto.

Definitivamente, el modelo de policía que necesitamos es la integrada por técnicos, investigadores sagaces, equipada con tecnologías apropiadas y motivada para hacer su trabajo y ganar el respeto ciudadano.

Como lo ha demostrado este caso en particular.

Tags relacionados