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Hay que frenar la importación de motores

Mitigar el grave problema que origina la circulación sin regulaciones de más de 2.5 millones de motores en las vías públicas debe asumirse como una prioridad inmediata.

Ayer pusimos en evidencia el oneroso efecto que este enorme parque vehicular tiene sobre la seguridad ciudadana, la vida, la salud y la calidad del ambiente, como vectores de muerte y de terror.

Sin muchos rodeos, es preciso ponerle ya un freno a las importaciones de las motocicletas que, por cierto, una gran cantidad está fuera de control de las autoridades.

Con la alta importación de partes y piezas, que luego se ensamblan en talleres como motocicletas terminadas, se incrementa el parque y circulan sin registros, sin placas y sin pagar impuestos.

Aparte de ser el vehículo favorito en más del 80 por ciento de los asaltos y atentados callejeros, esos motores inadecuados producen demasiado ruido y otras formas de contaminación.

Si ahora se está haciendo un esfuerzo por extender las líneas del Metro, abrir nuevos teleféricos y alimentar el parque de autobuses, el momento se presta para una prohibición de las importaciones de motores.

Hasta que se pueda determinar qué papel pudieran jugar en un futuro esquema de transportación pública y privada en una metrópolis que ya no resiste un vehículo más en sus calles.

Para tomar este toro por los cuernos hay que dejar a un lado los populismos, las concesiones electoreras y las anclas de los chantajes que ejercen los que se lucran de este negocio, y pensar más en la salud, la seguridad, la vida y la sanidad ambiental de todos los ciudadanos.

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