El desmonte de los paradigmas
Por donde quiera que veamos al mundo, lo que se percibe es un dinámico proceso de deconstrucción de los que fueron sus principales paradigmas en muchas décadas, entre ellos la prensa y el periodismo.
Comenzando por las bellas artes, ninguna de sus más emblemáticas expresiones ha quedado incólume a la ola de transformaciones que, al mismo tiempo, han impactado los modelos sociales que marcaron la época pre-internet.
Las famosas sonatas de Vivaldi, Beethoven, Bach y otros grandes maestros de la música clásica devinieron, tras el retruécano, instrumentalizadas por el “heavy metal”, con un orden distinto.
De los famosos bailes, tango, vals o merengue, pasamos a formas más locas y desinhibidas, como el perreo, y de las obras maestras del séptimo arte, el cine, a las producciones con efectos especiales, ante el déficit de buenos actores.
De la pintura expresionista, realista y perfeccionista fuimos pasando gradualmente al arte abstracto, aquel en que un brochazo de un pintor enojado o cualquier garabato que le agregara, constituía una obra maestra.
Como estos, podríamos encontrar más ejemplos de las disrupciones con solo confrontar los modelos de antes y los de ahora.
La prensa y el periodismo no podían permanecer ajenos a las sucesivas innovaciones que, al día de hoy, cambiaron su modelo de negocios, sus audiencias, sus plataformas de trabajo, sus ritmos y lenguajes, sus vías de conexión con el público que de lector pasó a ser usuario.
Impensable era que asistiéramos al progresivo declive del uso del papel en periódicos. Y que la tecnología favoreciera la reproducción, fiel y clara, de sus diagramas en la plataforma digital donde, por cierto, ha encontrado una estimulante fuente de sustentación.
En el aluvión de los cambios, también la verdad ha sufrido embates, pues ahora la tecnología masifica y globaliza las “fake news” y crea el mundo de la post-verdad, donde nada es como parece, sino como el espectador o usuario quiera admitirlo.
Hasta los estereotipos de lo masculino y lo femenino han sido estremecidos por una deconstrucción que permite a un varón creerse hembra, y viceversa, y a otros muchos identificarse con distintas “variantes” para no sentirse ser lo que son.