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Un absurdo inaceptable

En un momento en que persisten las deficiencias de los profesores que se ocupan de la educación pública, aparece por nueva vez el fantasma de relajar la calidad de la formación de los docentes.

No solo los estudiantes perdieron un gran tiempo con la afectación del Covid-19, sino que también mermó considerablemente el adiestramiento de nuevos profesores.

El hecho de que la mayoría de los postulantes para ocupar plazas como educadores no pase la prueba de aptitud y capacidad, no puede ser motivo de justificación para bajar los estándares de la formación.

El Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnolo¬gía, por lo que ha salido a la luz esta semana, se prepara para reducir los requerimientos académicos y de inteligen¬cia que son exigidos para preparar maestros.

Nada más absurdo e inaceptable.

Si el mundo avanza hacia la búsqueda de recursos humanos que puedan abordar la formación docente con destrezas en las tecnologías de la comunicación y la ense¬ñanza, no es admisible que se salten esos requerimientos para decir que tenemos maestros.

Con los acelerados pasos que se dan pa¬ra asumir las tecnologías 5G en la telefo¬nía y otras actividades domésticas y pro¬ductivas, los nuevos maestros deben ser capacitados para convertirse en eficientes agentes de la formación de alumnos y profesionales.

Quienes desean por vocación ser maestros en pleno siglo veintiuno, tienen que asumir sin dobleces el sacrificio de estudiar, aprender y crear para luego poder enseñar.

La educación nunca puede ser entendida como un trampolín para ganar un sueldo, sino como un manantial de conocimientos y habilidades para formar ciudadanos para que dominen la ciencia y sirvan con ética al país.

Si aceptáramos que profesores con una formación mediocre ‘eduquen’ a nuestros hijos, mañana nos conformaríamos con médicos a medias o ingenieros semi analfabetos.

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