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El tiempo se agota

La búsqueda desesperada de alimentos, combustibles y refugio ante el estado de violencia de Haití plantea serios desafíos a nuestro país.

Una presión natural empujando la migración hacia este lado de la isla y otra demandando productos de primera necesidad estremecerá la frontera, por más blindada que esté militarmente.

Esta perspectiva se torna más real que nunca en la medida en que se agrava la crisis haitiana, donde la escasez de combustibles, la falta de energía y de alimentos, más los desmanes de las bandas armadas, ponen en jaque la endeble estabilidad de su gobierno.

Cerrar las ventanas para el aprovisionamiento alimenticio en la frontera no es humanamente posible.

Lo que sí cabe, como una imperiosa necesidad de protección de la seguridad nacional, es impedir que la presión de los desesperados desborde sus límites territoriales y desencadene consecuencias imprevisibles.

El país debe de estar preparado para enfrentar este cuadro de posibilidades, mientras siga demorándose la entrada en el escenario haitiano de una fuerza internacional de pacificación.

No se vislumbran soluciones por la vía diplomática para convocar a un cese de las hostilidades y al alcance de un consenso entre las partes, porque las contradicciones y los fuertes intereses en choque lo impiden.

Con el juego trancado, insistimos, lo que procede es una acción de fuerza desde el exterior que, una vez que sofoque los fuegos de la crisis, tutele el proceso de estabilización, institucionalización y recuperación de la economía haitiana.

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