Una capital agujereada
Los vehículos que circulan por numerosas calles de la capital sufren, día a día, los inesperados impactos de golpes en sus llantas a causa de los imbornales abiertos o de orificios en vías deterioradas.
Los imbornales son difíciles de ver y de esquivar, no importa la hora que sea, porque la capa asfáltica que se ha colocado en calles y avenidas resulta más elevada que el nivel superficial de esos orificios.
Y, además, por el hecho agravado de que muchos de los imbornales están sin tapas, ya sea porque se las robaron o porque, tras los operativos de asfaltado, los dejaron así.
El problema no está solo en las calles, sino también en las aceras. En estos casos, el peligro es mayor para los transeúntes porque pueden caer y lastimarse.
Para advertir de la presencia de estos orificios, hay personas que han tomado la iniciativa de meterles un tronco, un arbusto, una madera o cualquier objeto que delate el peligro.
Pero es a las autoridades a las que corresponde realizar, desde hoy mismo, un levantamiento general para detectar los orificios y resolver pronto esta peligrosa deficiencia.
El problema se hace más evidente en grandes avenidas del polígono central en las que ya muchos conductores han aprendido a identificar los puntos peligrosos y a esquivarlos, con todos los riesgos que eso implica en vías muy activas por la circulación de vehículos.